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El libro de Jorge
Objeto: Dios y su antónimo Diablo

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Traducciones del hebreo

Objeto: Dios y su antónimo Diablo

Hay individuos conformes y otros que no tienen consuelo. Los seres que consideran que todo está bien, se llaman “minerales” y no hacen nada.

Las cosas que –de una u otra manera– se desesperan y trabajan, las que no se quedan, es porque están vivas, vale decir: ambicionando.

Todo objeto vivo está pidiendo siempre y pide tanto que jamás será saciado; quiere más objetos como él, muchos semejantes que lo acompañen, y reclama, además, no terminarse nunca; exige y se exige.

No se sabe qué es la vida, pero se conoce lo único que quiere, la vida quiere más vida, infinitamente, hacia adentro y hacia afuera: perdurar y reproducirse.

La concupiscencia masoquista que ataca a una buena semilla cuando se queda sola y a oscuras, bajo la tierra, la lleva a destruirse con tal de hacerse planta; esa lujuria enorme muestra la cantidad de voluntad que cabe en un pacífico grano de trigo. En cualquier árbol hay grandes reservas de instinto de conservación, sentimiento trágico y vocación heroica; son distintas estrategias para las ansias de continuarse en el tiempo. No ser olvidados es la forma más modesta de esa esperanza.

La gente debería saber que el puñadito de alpiste que pone en la jaula del canario si no fuera contenido, se convertiría en una banda desaforada y asesina, capaz de cualquier cosa con tal de transformar el planeta en una inmensa bola de puro alpiste, ávida por hacer de su propia especie también el sistema solar, asimilando toda su materia y toda su energía y luego la galaxia entera y así, sucesivamente, hasta que el universo llegara a ser una incontable cantidad de seres de alpiste repetido y fuera de esa plantación no existiera otra cosa durante la eternidad.

El existente piensa: “todo lo que no es yo es un crimen que debo aniquilar. Ay, si no soy más, es porque me matan. Mi vida estará recortada sobre los bordes de la muerte que me asedia, porque muerte es todo lo que no soy yo”.

Un teólogo debiera razonar así: si Dios viviera, nosotros seríamos la muerte de Dios, algo que se le opone, una barrera para su expansión y Él ya nos hubiera comido para crecer, para ser total, para empezar a ser realmente alguien que puede lo que quiere, es decir: una vida que ocupa todo el espacio y para siempre: ¿cómo toleraría Dios disminuirse de mí? ¿cómo soportaría Él que yo le estuviera ocupando este sitio y gozando este tiempo?

Si el Todopoderoso carece de la ambición de existir por entero, si abandonó sin completar la tarea de ganar vida, entonces Dios no es un ser viviente, se conformó con menos de todo, es un quedado, un simple mineral.

Claro, habrá quien esté pensando: Dios no es ni una cosa ni la otra, ni mineral ni ser vivo; pero entonces la solución se hace más desoladora: lo que nos hicieron creer es mentira; no estamos hechos a su imagen y semejanza, somos diferentes a Él en lo más importante de nuestra naturaleza, es decir: Dios es, para nosotros, un ajeno total, otra cosa; en otras palabras: un monstruo y no un padre.

¿Qué cosa que no tenga vida podría emparentarse con un ser viviente? ¿Qué cosa sin vida puede dar o merecer amor?

La cal de mis huesos me sostiene, pero nada tiene que ver con mí mismo, y así pasa con todas y cada una de las partes que forman mi cuerpo. No las odio ni las quiero. Ahí están. Son nada. ¿Qué cosa inerte y sin vida (es decir: inanimada), qué becerro de oro (o de la sustancia no viva que se quiera) podría ser adorado por mí?

Solo la vida es de este mundo, al cual pertenezco; lo demás “es piedra fría porque esa ya no siente”.

No hay pues otra manera de pensar la realidad: Dios está vivo (como yo) o está muerto (como lo que está ahí).

Pero el hecho de que yo exista es la prueba de que Él no es el Dios viviente (realización de la codicia infinita de vivir) ni es Todopoderoso, puesto que yo soy otro, un no Dios, y en la medida que soy, Él no es. Desde el punto de vista de lo divino, lo humano es el no ser. Y “lo que no es” se dice Satanás. De donde se deduce que, para Dios, yo soy el Diablo.

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El libro de Jorge es el blog de Carlos Maggi en EnPerspectiva.net. Actualiza los viernes con uno de los textos de El libro de Jorge, volumen que editó originalmente el Club del Libro del programa radial Discodromo en agosto de 1976.

El próximo viernes 5 de febrero publicaremos, de las Traducciones del alemán, Objeto: Galleta marina.

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