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El libro de Jorge
Verbo: Subir y bajar

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Traducciones del hebreo

Verbo: Subir y bajar

Aisladamente, ingenuamente, subir es muy fácil: es lo contrario de bajar. Y más fácil resulta si se piensa en el juego de los contrapesos o en los movimientos pendulares. Pero no siempre basta conocer aisladamente un hecho para tener en la  conciencia: el sentido de lo que sucede. Más allá de las distancias con respecto al nivel del mar y a las respuestas numéricas del altímetro –a las cuales son tan afectos los choferes del espacio– también se puede hablar con palabra exacta de alturas y precipicios, de arriba y abajo, sin preocuparse de las ronchas del planeta que estudia la orografía y que se enseña en la escuela con dibujos de color marrón. Una cosa es la urticaria montañosa y otra, más importante, es el alpinismo. Se puede trepar con sacrificio y con gorro de lana y una soga; y también se puede exaltar el misterio y sus nieves eternas, como en el caso de los creyentes, que escalan sin acantilado y sin cavidad donde poner el pie, y sin embargo van más allá de las nubes que navegan por los aires.

Todo subir tiene que ver con la euforia y está en el aire, sostenido. Realmente, hay subires que son cosa de contener el aliento. La montaña rusa y las pesadillas son episodios modestos de esa lucidez terrible. La vida entera es una balanza de nada que oscila sobre el abismo y en ese subibaja se hamaca cada día nuestra existencia en permanente peligro de santidad o vergüenza. Todo lo que atrae, encarcela. La rosa es perfecta porque no sabe que habrá de morder el polvo mientras el mundo entierra y entierra sus ruinas bajo la marea continua del olvido. Dice verdad la Biblia: “Ay, todo verdor perecerá”.

Todo baja, y tres son las formas de ese bajar: descender, humillarse y morir. (Véase: “Verbos: Caerse y Levantarse”).

El centro de la tierra es un enemigo, por eso ser joven impacienta.

Lo bueno vuela, la culpa es un reptil sin patas. La tanda de nuestra salvación se repite dos veces al día: la cumbre de las montañas está dorada de sol mientras abajo la hondonada acumula sombras llenándose de noche como un vaso se llena de vino tinto, pero luego sobrevienen otra vez el amanecer y se cubren los valles con su brillo entero; son los ángeles y el barro, la alegría desbordante y el bajón del desaliento. Por eso es la fiesta del alma llevar la cabeza erguida; la dignidad es columna altísima y solo hay tres formas de rebajar: descender, humillarse y morir, y las tres son la misma cosa: el veneno de la pureza.

Si un sauce entrega sus ramas y se hacen cascada de amargura, es un sauce llorón. ¡Dios mío! ¡Es tan imprescindible llevar la vida de estandarte, empinada como un pino joven! Por eso pienso, o mejor: por eso digo: hombre: levántate y anda. Arriba los corazones. El mar y la vida guardan siempre una ola más. Hombre: que la desazón no te lleve el alma a los pies. No te derrumbes; no te derrames; por bajo que estés, empieza de nuevo; no entregues un solo escalón de la esperanza. ¡Arriba!

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De El libro de Jorge, Club del Libro n°1, agosto de 1976

El próximo viernes 28 de agosto publicaremos Objeto: Farmacia

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