Por David Altman ///
Los uruguayos nos destacamos por muchas cosas: el fútbol, la carne, un cierto paso cansino. Asimismo, destacamos en el barrio por una democracia razonablemente buena y un estado de bienestar suficientemente desarrollado. Pero estas cosas no nos hacen únicos. Posiblemente encontremos otros países en la región que nos disputen la carne, el fútbol, inclusive la democracia. Sin embargo, hay un factor que sí nos hace particularmente únicos: nuestro laicismo en un contexto de libertad. Este laicismo nos podrá parecer muy natural y normal a nosotros uruguayos, pero es recién cuando salimos del país o prendemos los noticieros en la TV, cuando nos percatamos de lo distintos que somos.
La magia del laicismo uruguayo radica en que cada uno puede creer en lo que quiera, puede rendirle ofrendas al dios que quiera, pero en la vía pública, en la calle, en la retórica publica, somos todos iguales. El que no quiera comer carne en Semana de Turismo, que no coma. Haz lo que quieras, pero no me impongas a mí algo que no quiero, ni siquiera discursivamente. Esto hay que defenderlo y ser conscientes de lo importante que es.
Cuando algunos medios de comunicación (como los diarios El País o El Observador) toman partido por una definición particular de nuestros feriados, por ejemplo cuando llaman “Semana Santa” a nuestra querida y oficial Semana de Turismo, tienen que saber que están erosionando un aspecto que nos distingue como sociedad. Obviamente los medios de comunicación están en su total libertad de llamar las cosas como quieran, inclusive Semana “Santa” a Semana de Turismo. Pero estos medios, en caso de así hacerlo, tienen que asumir que no sólo van contra de una centenaria tradición republicana y liberal heredada ya desde las épocas del Pepe Batlle –y con raíces rastreables desde la colonia– sino que están excluyendo a más del 40 % de ciudadanos uruguayos que nos definimos como agnósticos y ateos e inclusive atentan contra otro porcentaje para nada despreciable de creyentes que aspiran a que la religión no contamine la órbita pública.
Nuestro laicismo se plasma en una legalidad absolutamente acorde, donde inclusive los feriados que tienen un origen religioso fueron aggiornados para que todos los ciudadanos (independientemente de lo que creyeran, si es que creían) pudiesen disfrutar de ellos. Es así que tenemos: Semana de Turismo (conocida en otros lugares como Semana Santa), Día de las Playas (Día de la Inmaculada Concepción), Día de la Familia (Navidad), etc. Dentro de estos, Semana de Turismo sea posiblemente el más popular de todos, por ser una semana de vacaciones, y por un montón de actividades que ocurren de forma paralela (tanto así que adopta otros nombres como Semana Criolla o Semana de la Cerveza).
Cree en el dios que quieras y ríndele los tributos que te exija tu consciencia. Pero, por más respeto, amor o temor que le tengas, sigamos escribiendo dios con minúscula (él o ella nos sabrá perdonar). De esta forma estaremos manteniendo una forma única de ser que no sólo nos distingue del barrio sino que también de un mundo caníbal en lo religioso. Al fin y al cabo, los liberales y agnósticos nunca hicimos una guerra para “imponer nuestras dudas” a nadie.
¡Feliz Semana de Turismo!
Continúa en…
Por el amor de dios… (segunda parte)