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Taxis vs Uber

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Taxis vs Uber: Lo importante es competir… en igualdad de condiciones

Por Rafael Porzecanski ///

Alemania, Argentina, Brasil, Chile, Corea del Sur, España, EEUU, Hungría, India, Inglaterra y Tailandia. Estos son solo algunos de los países donde la llegada de Uber como servicio de transporte individual de pasajeros levantó fuerte polvareda y suscitó, entre otras respuestas desde el Estado, medidas que van desde la prohibición a la regulación, pasando por casos de tolerancia.

En Uruguay, Uber desembarcó a mediados de noviembre de 2015 y, como era esperable, se topó con el rechazo visceral del sector taxista en su conjunto, manifestado en una diversidad de protestas públicas, acciones judiciales (la más reciente una demanda civil a la IM por permitir la competencia desleal) e incluso conductas que han cruzado la frontera de la legalidad (como ser la persecución y amenazas a choferes de Uber). Entretanto, los órganos competentes del Estado aún se encuentran estudiando la situación y pensando una solución de largo plazo mientras cada tanto explicitan que Uber actualmente opera ilegalmente en el país.

La llegada de Uber se enmarca en un contexto donde tanto el gremio como la patronal del Taxi son un blanco frecuente de la crítica ciudadana. Desde hace años, muchos taxis distan de ofrecer un servicio acorde a las exigencias esperables para un transporte profesional. A veces son las características de los vehículos las que no están a la altura de las circunstancias. Varios modelos de taxis, por ejemplo, son demasiado pequeños tomando en cuenta la presencia de mamparas, un dispositivo de seguridad que ya de por sí es polémico.

En otros casos, el problema pasa por el comportamiento de los taxistas, incluyendo cuestiones básicas como la flagrante violación de los límites de velocidad permitidos o el respeto a las señales de tránsito. Es insoslayable, además, el habitual descontento poblacional por los paros repentinos y masivos de taxistas cada vez que un agremiado es víctima de un delito grave durante el ejercicio de su trabajo. Por último, la sucesión de amenazas y agresiones por parte de varios taxistas contra choferes de Uber en nada ha colaborado para mejorar la imagen de un gremio al que usualmente se le achaca (y con razón) el abuso de su posición dominante en el mercado.

La relativa mala imagen del taxi en buena parte de la ciudadanía explica parcialmente por qué muchos uruguayos han dado una calurosa bienvenida a Uber y defienden a capa y espada la habilitación y permanencia definitiva de la aplicación. La otra lógica explicación del extendido apoyo recogido por Uber es el precio generalmente inferior en comparación al ofrecido por los taxis. Sin embargo, el hecho de que el conflicto entre Uber y el taxi se reproduzca en las más diversas sociedades, nos obliga a preguntarnos porqué invariablemente taxistas de unos y otros países se han rebelado contra la presencia de la ingeniosa aplicación.

En este sentido, hay un reparo de los taxistas que parece difícilmente rebatible. Mientras el servicio de taxi está sometido a una variedad de costos y cargas impositivas a consecuencia de estar regulado por el Estado, Uber usualmente opera desde la plena informalidad tras reclutar con éxito choferes amateurs con sus respectivos autos (inspeccionados únicamente por la empresa). En su esencia, pues, aunque la forma que toman los reclamos taxistas de aquí y allá pueda disgustarnos, el fondo de su descontento está lejos de ser irracional o retrógrado.

Es ciertamente saludable que el gremio del taxi enfrente una genuina y fuerte competencia. Como en cualquier otro rubro, la competencia constituye un poderoso estímulo para que las empresas se esfuercen por mejorar la calidad de su servicio en su afán de captar y retener la mayor cantidad posible de consumidores. Lo que es en cambio injusto es que Uber se pasee alegremente por el Uruguay sin aportar un solo centavo a las arcas del Estado mientras los taxis deben hacer frente a un costo impositivo altísimo: la sola compra de la “chapa taxista” supera generalmente los US$ 80.000.

A todo esto, el Gobierno se encuentra evaluando la posibilidad de regular tanto los servicios de Uber como de otro tipo de aplicaciones similares que han ganado fuerte popularidad en la sociedad uruguaya (por ejemplo Airbnb en el rubro hospedaje). El desafío consiste en establecer un marco regulatorio que por un lado se adecue a los tiempos que corren (aprovechando las poderosas ventajas que las nuevas tecnologías ofrecen para el desarrollo de servicios) y que por otro favorezca una justa competencia entre las partes afectadas (en lugar de lo que hoy es una evidente situación de competencia desleal).

El tiempo corre y la respuesta estatal al inherente conflicto de intereses se hace cada vez más imperiosa. Hasta ahora tenemos algunos choferes de Uber agredidos (mayormente en forma verbal) y un taxista procesado por intentar ejercer “justicia por mano propia”, pero si la nebulosa jurídica continúa el saldo puede empeorar.

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Segunda mirada es el blog de Rafael Porzecanski en EnPerspectiva.net. Actualiza el sábado en forma quincenal.

Sobre el autor
Rafael Porzecanski es sociólogo, magíster por la Universidad de California, Los Angeles, consultor independiente en investigación social y de mercado, jugador profesional de póker y colaborador de EnPerspectiva.net.

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