EC —Pasemos a la desigualdad. ¿Cómo se está comportando la desigualdad?
PR —Como decía al comienzo, tenemos que distinguir entre la desigualdad de los ingresos que anualmente perciben las personas, que son determinantes de su capacidad de consumo y de ahorro, y la desigualdad de la riqueza o del patrimonio que han acumulado las personas a lo largo de su vida.
La información que tenemos para ver la evolución de la desigualdad es mucho más limitada que la información referida a la pobreza, pero tenemos mucha más información relativamente confiable con relación a la distribución de los ingresos que con relación a la distribución de la riqueza.
EC —Empecemos por la distribución de los ingresos.
PR —Para ver qué está ocurriendo con la desigualdad del ingreso en el mundo hay más de una fuente, pero nos vamos a quedar en principio con las cifras que ha compilado y calculado el economista Branko Milanovic, que es una de las referencias en el mundo sobre este tema. Inevitablemente las cifras tienen algún atraso, es muy trabajoso compilarlas porque tienen en cuenta información de muchos países, incluidos países muy pobres, donde la calidad y la oportunidad de las estadísticas es bastante limitada. Pero hay un reporte de Milanovic del año 2013 [Global Income Inequality in Numbers: in History and Now] que analiza la evolución de la desigualdad global de los ingresos desde una perspectiva histórica.
EC —¿Cuáles son las principales conclusiones de ese reporte?
PR —Ante todo, si consideramos una estimación que hace Milanovic del índice de Gini del mundo, que es el indicador más adecuado para medir la desigualdad, actualmente la desigualdad de ingresos en el mundo, considerado en su conjunto y con independencia de en qué país vive cada persona, no está subiendo. Tampoco está bajando significativamente, pero esta conclusión no debería llevarnos a decir que todo ha quedado igual, porque cuando se miran en detalle las cifras se advierte que hay varias tendencias simultáneas en juego en la distribución global de los ingresos.
EC —¿Cuáles son esas distintas tendencias simultáneas?
PR —Si consideramos la evolución del PIB per cápita de los diferentes países del mundo, a lo largo del siglo XX hubo un número relativamente pequeño de países –los que hoy llamamos desarrollados– que crecieron mucho más que el resto. En el siglo XX los países desarrollados se despegaron y eso seguramente generó un aumento de la desigualdad en el mundo. Un aumento de la desigualdad que a su vez operaba como desigualdad entre países.
Sin embargo a partir del fuerte crecimiento económico en las economías asiáticas, particularmente en China, a partir de los años 90 esa desigualdad de ingresos entre países comenzó a bajar de modo notorio. Y al mismo tiempo, la desigualdad interna creció en muchos países. Creció en varios países desarrollados –EEUU es un caso clarísimo– y también en muchas economías emergentes –no en todas–, que experimentaron un fuerte crecimiento económico, una importante reducción de la pobreza, pero también un aumento de la desigualdad interna.
Pese a que en otras economías emergentes, como por ejemplo las de América del Sur, en la última década vimos un crecimiento fuerte con reducción de la pobreza y de la desigualdad, el crecimiento de la desigualdad en algunos países desarrollados y en economías emergentes de gran tamaño está determinando que la desigualdad global de los ingresos a nivel mundial, tomando en cuenta encuestas de hogares, permanezca relativamente estable. De hecho, según Milanovic, la desigualdad de ingresos no ha cambiado significativamente desde inicios de los años 90, que es cuando se puede empezar a medir razonablemente, aunque hubo ganadores y perdedores en términos relativos.
EC —¿Por qué hubo ganadores y perdedores en términos relativos? ¿Qué quiere decir eso?
PR —Si miramos el crecimiento de los ingresos de los últimos 20 años, para los cuales tenemos mejor información, Milanovic muestra por un lado que el 1 % más rico del mundo tuvo un aumento de sus ingresos de 60 % en términos reales. Ese 1 % más rico fue claro ganador en esta nueva era de la globalización que podríamos decir que empezó con la expansión de China.
En cambio las clases medias de los países desarrollados tuvieron un crecimiento prácticamente nulo de sus ingresos. Es decir que fueron relativamente perdedores. Se trataba de personas relativamente ricas en una perspectiva global, porque eran clase media, media-baja en países ricos, pero sufrieron la competencia de China y de Asia en general en los mercados internacionales y sufrieron la relocalización de puestos de trabajo que se fueron de países desarrollados a Asia, por tanto sus salarios subieron muy poco.
En contraste con ese estancamiento de los ingresos de las clases medias en los países ricos, por otro lado hubo un surgimiento de una clase media muy grande en China, en India y en otros mercados emergentes, con aumentos de los ingresos en ese segmento de la población también del orden de 60 % en términos reales, es decir, aumentos similares a los que tuvo el 1 % más rico. Por tanto esas clases medias emergentes en los países emergentes también fueron claras ganadoras en el proceso de globalización. Por eso decía que, aunque la desigualdad de ingresos a nivel global quedó relativamente estable, hay varias tendencias y cambios a tener presentes.
EC —¿Qué se puede decir de la otra forma de medir la desigualdad, la desigualdad de la riqueza? A ese concepto es que apuntaba el informe de Oxfam, que es el punto de partida de esta charla.
PR —Con relación a la desigualdad de la riqueza tenemos menos información confiable. Está clarísimo que la desigualdad de la riqueza es sumamente grande, básicamente porque hay muchísimas personas en el mundo que en el mejor de los casos apenas cuentan con un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básica, por lo tanto no tienen ninguna capacidad de ahorro. Y en el otro extremo hay personas que han acumulado mucho dinero a lo largo de su vida y que continúan ahorrando porque gastan menos de lo que ganan anualmente.
Nos referimos a la distribución de las riquezas que están en poder de las personas, dejamos de lado las riquezas que son directamente propiedad de los gobiernos y de los estados.
Pero la medida que presentó Oxfam la semana pasada es extremadamente parcial, porque se concentra en un número muy pero muy pequeño de personas que –es verdad– son muy pero muy pero muy ricas. Pero que un centenar o unos miles de personas sean cada vez más ricas no nos dice todo lo que está ocurriendo con la desigualdad de la riqueza en el mundo. ¿Qué pasa con el 10 % más rico? ¿Qué pasa con las clases medias? Para entender lo limitada que es esa forma de analizar el tema, podríamos decir que Oxfam pudo haber informado también que esas 62 personas eran propietarias del 0,7 % de la riqueza mundial. Dicho de esa manera suena mucho menos grave que de la otra forma de presentar estos datos.