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Por Emiliano Cotelo.
Me resultaron muy interesantes las respuestas del doctor Javier Miranda, secretario de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, en la entrevista del martes pasado, aquí EN PERSPECTIVA. Su intervención sirvió para pasar en limpio varios aspectos que quizás hasta el momento no habían terminado de cerrar en el reasentamiento de las familias sirias que vinieron a nuestro país como refugiadas.
En primer lugar, Miranda detalló varios errores y omisiones que se cometieron. Y luego explicó las lecciones que se sacaron y los cambios que se introducirán en los nuevos pasos a dar en el futuro en esta línea de trabajo.
No es común que actores del gobierno reconozcan, sin vueltas, los descuidos en que incurrieron durante un proceso tan delicado como este. En general, lo habitual es escuchar excusas que los periodistas, por no manejar todos los detalles del asunto, debemos dar por buenas aunque suenen poco convincentes.
El propio Miranda fue muy explícito sobre algunos de los tropezones. Por ejemplo, admitió que no llegó “ni un solo” campesino, algo que había sido solicitado especialmente por las autoridades uruguayas; insólitamente, ese bache no surgió en las entrevistas que los representantes de nuestro país mantuvieron en el Líbano con el grupo seleccionado para instalarse acá. Ese requisito, planteado en su momento por el propio presidente José Mujica, no era un capricho; de acuerdo a lo señalado en la entrevista, hubiese facilitado la inserción, algo que no anduvo nada bien en algunas de las familias que arribaron en el primer contingente, y que dio lugar a conflictos.
También quedaron en evidencia otras fallas de procedimiento, menos publicitadas hasta ahora. Por ejemplo, la inconveniencia de alojar inicialmente a todo el grupo en un mismo lugar, porque esto genera problemas de convivencia; Miranda dijo que este error fue doble porque el gobierno desoyó una advertencia en ese sentido que había formulado Suecia, un país que tiene mucho conocimiento acumulado en esta materia. Por ejemplo, que hubo descuidos en la comunicación con las familias en las entrevistas previas ya que, por lo visto, estas salieron con expectativas irreales sobre las condiciones de vida que tendrían entre nosotros: ingresos, tipo de vivienda y trabajo.
De todos modos, una de las debilidades más serias fue que el propio gobierno le dio al asunto una visibilidad excesiva. Miranda reconoció que se generó un “nivel de exposición del tema que no es el adecuado para el manejo de la situación”. Por lo tanto, de algún modo, los actores involucrados en esta gestión desde el Ejecutivo contribuyeron a la “estigmatización” que afectó a estas familias y que esos mismos funcionarios critican. La difusión tan fuerte que el gobierno impulsó dejó instalada la suspicacia de, en qué medida, se trató también de una escena más del trabajo de ascenso de Mujica al escenario global y, junto a él, el ascenso también del entonces canciller, Luis Almagro, ahora electo secretario General de la OEA. ¿El tema tuvo el mismo grado de ostentación en otros países latinoamericanos que acogieron sirios? Argentina recibió más de 300 familias y Brasil lleva aprobadas más de mil solicitudes de refugio provenientes de ese país.
Sin perjuicio de todo lo anterior, la entrevista con el doctor Miranda, por el momento en que se dio, sirvió también para revalorizar el gesto y el esfuerzo que hace el Uruguay al recoger el guante del reasentamiento de personas que huyen de zonas de conflicto terribles.
En estos días pudimos verlo muy claramente: el drama de la inmigración ilegal disparada, precisamente por la guerra de Siria y el caos en Libia, en la cual los naufragios del Mediterráneo son tan solo la punta del iceberg, dejó al desnudo la división que existe en Europa sobre las políticas a seguir en torno a este tema. En ese contexto, merece destacarse la convicción con la que Uruguay abrazó esta causa, más allá de los errores y las posibles suspicacias que provoquen algunos de esos errores.
Uruguay es país de refugio y defensa de los derechos humanos, y un buen ejemplo en un mundo al que le faltan buenos ejemplos.