El artista plástico uruguayo Joaquín Lalanne está presentando en la Fundación Pablo Atchugarry, en Manantiales, la muestra Travesía pop, que reúne obras influenciadas por el surrealismo catalán, el arte callejero, el pop y las enseñanzas de los grandes maestros del Renacimiento. En entrevista con En Perspectiva Lalanne dijo que la mezcla entre referencias clásicas y populares busca que los cuadros sean disfrutados por cualquier persona.
EN PERSPECTIVA
Jueves 18.02.2016, hora 10.18
EMILIANO COTELO (EC) —En julio de 2013, el crítico de arte español Tomás Paredes escribió en el diario catalán La Vanguardia: “¡Ha nacido una estrella!”. Se refería a Joaquín Lalanne, un artista plástico uruguayo que entonces tenía 24 años.
“¿Dónde ubicar su trabajo? En una corriente posmoderna; en un sincretismo del pop, surrealismo y arte callejero, realizado con desparpajo y técnica pulcra”, agregaba Paredes en esa misma nota, y sentenciaba: “De su capacidad de digerir el éxito dependerá su progresión”.
Hoy, casi tres años después de aquella publicación, Lalanne, con 27 años recién cumplidos, se encuentra en Uruguay presentando la que es la muestra más importante de su carrera hasta el momento y que se puede visitar en la Fundación Pablo Atchugarry, en Manantiales, Maldonado, hasta el próximo 1º de marzo.
Hemos visto esa muestra, la hemos encontrado en el lugar y la disfrutamos también en formato digital con Pablo Izmirlian, el editor de EnPerspectiva.net y nos pareció que valía la pena hablar con Joaquín, que está esta mañana con nosotros en estudios.
PABLO IZMIRLIAN (PI) —Nos interesa conocer un poco tu trayectoria vital. Sabemos que naciste en Argentina, pero te criaste en Uruguay y ya hace siete años que estás viviendo en España.
JOAQUÍN LALANNE (JL) —Bueno, mis padres en aquel entonces trabajaban en Argentina y por una casualidad de la vida nací allá en Buenos Aires. Lo más curioso es que tengo dos hermanos más que también nacieron ahí, separados en el tiempo, se dio así por casualidad no más. Pero ya desde jovencito, cuando yo tenía 2 años, nos vinimos todos para acá. Soy uruguayo 100 %, toda mi familia es uruguaya y considero que Uruguay es mi país.
PI —Estás viviendo ahora en España en Cadaqués [balneario de la Costa Brava, en Cataluña, próximo a la frontera con Francia].
EC —¿Cómo llegaste a Cadaqués? Empecemos por lo que pasó acá con tu vínculo con las artes plásticas.
JL —Cómo llegué a Cadaqués es una historia de varios contactos previos. Básicamente la primera vez que fui me invitó [el artista plástico uruguayo] Ignacio Iturria, con quien estuve pintando allá como un mes y ya me pareció que ese lugar era espectacular.
EC —¿Eso cuándo fue?
JL —Eso fue en el año 2008 más o menos, cuando yo tuve la suerte de ir a España. Ignacio, a quien había conocido en París un año antes, me había dicho que cuando fuera lo llamara. Allá llegué y me acuerdo que el día que llegué le tocamos la puerta y dijo: “No, no, ponete a pintar y después capaz que hablamos”. En los siguientes cinco días no me habló [Se ríen]. Ahí estuve un mes con él…
EC —Estás hablando de hecho de hace unos nueve u ocho años. ¿Qué había pasado antes de aquello, de dónde venía tu afinidad con la pintura?
JL —No sé, a los 15 años, más o menos, empecé a ver que ese mundo de la pintura era el que yo quería para mí, un mundo de libertad, de juego y de disfrute. Ojo, un juego y una libertad que se consiguen con rigor y disciplina, no es una cosa de levantarse a las 11.00. Pero ser pintor era algo que llenaba todas las expectativas vitales que tenía por aquel entonces.
EC —¿Cómo te habías formado?, ¿o no te habías formado y eras autodidacta?
JL —Había empezado a hacer como artesanías y cosas así y las vendía por la calle en Atlántida, donde veraneábamos. Pensé que si las hacía un poco mejor las iba a poder vender un poco más caras [Se ríen], entonces empecé a hacer orfebrería con un orfebre que se llamaba Francisco Solari. Ahí empezamos a ver diseños de arte africano y cosas similares y así fueron llegando Picasso, Gauguin y todos esos pintores. Ese fue el descubrimiento del mundo de la pintura, y después empecé a pintar con Miguel Herrera, conocí a Iturria una tarde, después con [Álvaro] Amengual…
EC —O sea, a Iturria lo conociste acá.
JL —Lo vi acá, no creo que él se acuerde de eso, fueron unos cinco minutos, y para mí era entrar a la cueva de un loco. Fuimos al taller y tenía patas de elefantes ahí pintadas y otras cosas… Como que me impresionó demasiado ese lugar. Pero empecé a tener más contacto con él en París después.
PI —Bueno, Iturria tiene su propio recuerdo de los primeros encuentros con Joaquín.
EC —Vamos a escucharlo a él directamente.
[Audio Iturria]
“La primera cosa que me llamó la atención… no tenía nada en sus manos para mostrar más que su actitud -porque recién empezaba en los cartones, un poco desprolijos-: muy animado y haciendo preguntas inteligentes, profundas, con un entusiasmo fuertísimo, con reflexiones y otras cosas, que dije: Bueno, acá me parece que es para que se dedique a pintar.”
[Fin audio]
PI —¿Te acordás de esas primeras charlas?
JL —Sí, sí. ¡Qué bien! Aparte le llevaba cartones y cosas que pintaba, hablábamos un poco de todo eso.
EC —¿Cuándo era eso?
JL —Año 2009, capaz, en Uruguay primero y después en Cadaqués.
PI —En el medio hay una beca, que es un punto de quiebre en tu carrera. Contanos un poco de eso.
JL —Esa es una historia buena con Ignacio. En el año 2009 me presenté a una beca, la gané y me agarraron unos nervios que no podía más. Yo en aquel momento pintaba cosas, pero creo que solo de casualidad cada tanto me salía algo bueno. Entonces agarré los que yo consideraba que eran mis mejores cuadros y se los llevé a Iturria. Me acuerdo que cuando salí, los tiré todos en el contenedor de basura en la esquina de la casa de Ignacio [Se ríe]. Pero en base a esa charla elaboré una lista de todos los puntos que Ignacio me había señalado y sobre los cuales tenía que meter el ojo y prestar atención. En base a esa listita fue que empecé a preparar todo el proyecto que desarrollé en la beca.
EC —Estamos hablando de la beca de la Fundación Antonio Gala, en Córdoba, España.
JL —Claro, la beca de la fundación Antonio Gala, que era una residencia artística que consistía en pasar nueve meses [en Cadaqués] compartiendo con artistas de distintas disciplinas, lo cual generaba un intercambio y un enriquecimiento mutuo impresionante. Toda gente joven en el mismo momento vital, buscando un lenguaje, intentando hacernos con las primeras armas para desarrollarnos… Esa fue realmente la puerta de entrada a España. Yo cuando me fui me llevé una notita en la billetera que decía: “No es una opción”, en referencia a volver. Todo lo que pasó después fue también un poco por mi determinación de quedarme costara lo que costara.
PI —Te instalás en Cadaqués, que es un lugar con una historia un poco particular; por ejemplo, está vinculado a Salvador Dalí.
JL —Todo el imaginario surrealista de Dalí, la mayoría de las cosas, las ves ahí, ni siquiera son creadas por él del todo, existen. En Cadaqués está la presencia fuerte de Dalí, es impresionante, lo vez en las rocas, en las montañas… si te gustan los cuadros de Dalí lo reconocés en cada vuelta de esquina. Pero no solo Dalí, también Picasso, [Marcel] Duchamp, Max Ernst, [René] Magritte incluso pintó un cuadro ahí, todo el surrealismo estuvo por ahí.
PI —Tiene historia.
Vamos a tu obra en sí. Algunos, como Paredes, hablan de arte pop, surrealismo, y hay más cosas también. ¿Cómo se perfiló ese estilo, cómo llegaste a eso?
JL —Justo te estaba hablando de Dalí, y creo que es un tipo que te obliga a acercarte con rigor y mucha atención a los grandes maestros del Renacimiento, los italianos pero también [Johannes] Vermeer y todos esos pintores finos. Por ahí fue que me acerqué al Renacimiento, que es otra de las cosas que se ven presentes en mi obra.
Después el pop lo llevaba de acá, porque de jovencito, a los 16, 17, era lo que más me gustaba, los pintores que más miraba, Jasper Jones, [Andy] Warhol, todos esos. El surrealismo obviamente, por haber caído ahí, y todo se fue mezclando. Viste que al final la personalidad del pintor se arma con las influencias y la vida que se va teniendo.
PI —Claro. Es interesante, en tus cuadros aparecen desde la Pantera Rosa hasta una tapita de Pepsi Cola o el mito de Leda, una Venus de Milo, Popeye y Olivia, todos se encuentran en ese escenario con piso de damero, esas perspectivas…
EC —En la transmisión en video están apareciendo varias de las obras.
JL —Ese que estamos viendo [en referencia a El artista pop] hace una clara referencia a El arte de la pintura de Vermeer. Yo recreo un poco el escenario intimista del taller ese, con mi estética, y es el pintor pop.
EC —Porque en ese ambiente que estás describiendo se mezclan una cajilla de Camel y ese camello, el símbolo de esa marca.
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JL —Es como el pintor que está diseñando el logo de Camel, está espiando al camello… Justo en el cuadro al que hacías mención anteriormente [en referencia a En busca de la belleza], es una Pantera Rosa mirando una Venus de Milo, y ese también es como una versión distinta de una pintura de El arte de la pintura de Vermeer, parecido a ese. Creo que esa siempre es una constante en mi obra: la tradición está presente, pero también nuestra contemporaneidad, nuestra vida y ese encuentro y equilibrio que pretendo encontrar entre lo pop, lo actual, también una estética pulcra, es lo que conforma todo lo que estoy pintando ahora y lo que se presenta en la fundación.
EC —El día del vernissage apareció en determinado momento, ya avanzado el acto, Iturria. Estaba muy concentrado observando tus cuadros, te diría que estaba impresionado.
¿Qué dice Iturria sobre lo que hoy es el estilo de nuestro invitado?
[Audio Iturria]
“En realidad la definición no la sé, porque también reducirlo a dos cosas… Las influencias son múltiples, existe una persona… Hay una cosa que es muy importante que es el hecho de que esté en Cadaqués, eso le significa lo que me significó a mí, lo que significa en sí mismo Cadaqués. Es un lugar donde tiene una luz absolutamente particular, que es la que se ve en sus cuadros. Yo le dije: el día que te vayas de Cadaqués esta luz no la vas a pintar. Por todas las ventanas y rendijas la luz que entra es la de Cadaqués, eso es muy importante.
También la presencia ahí, todavía latente, de Dalí y de tantos otros, porque el mundo catalán es un poco surrealista, todo eso contribuye a que… también en esa zona existe como una gran importancia sobre la pintura y sobre una forma de pintar, con mucha precisión. El elemento más importante para mí son la luz y el lugar de Cadaqués.”
[Fin audio]
PI —Esto nos plantea hablar un poco de la técnica, de esa luz. Una cosa que llama mucho la atención viendo tu obra es el detalle de las imágenes, parecen ser en alta resolución.
JL —Un amigo me decía: “Ahora estás más HD” [Se ríen]. En la muestra había cuadros anteriores y de los nuevos, y sí, gané en resolución.
Realmente es un poco lo que dice Ignacio: la presencia de Dalí te obliga a pintar así, es difícil estar ahí e ignorarlo. Creo que eso es lo que me ha ido haciendo pulir la técnica. Otra cosa que para mí siempre fue importante es lo que te decía hoy: que para ser libre de verdad como pintor hay que poder hacer lo que uno quiere, y siempre tuve la intención de pulir la técnica al máximo y después ver para dónde voy. Antes de lograr eso este estilo me brindaba todas las herramientas para desarrollar ideas e imágenes a la vez que iba perfeccionando la técnica. Esto plantea desafíos no solo en el armado de la imaginación y la obra sino también en la ejecución. Un poco es por Dalí y por eso.
Además, en Cadaqués pasa una cosa extraña que es que no hay humedad, entonces el horizonte siempre está muy despejado, no es como La Toscana italiana, donde todo se ve en la lejanía azul, en Cadaqués las piedras que están lejísimos igual se ven con mucha resolución, todos los perfiles son afilados. Creo que esa pulcritud del aire también se traspasa a la pintura.
PI —También en la composición estos personajes que se combinan a veces pueden parecen encuentros fortuitos, como el de la Pantera Rosa y la Venus de Milo, pero también se ve que cada pieza ocupa un lugar muy específico. ¿Cómo es el proceso de elaboración, la gestación de una de estas obras? Que además son de gran formato, hay cuadros que son de un metro por un metro y medio.
JL —Sí, y más.
Yo por lo general no empiezo sabiendo qué voy a pintar, eso me pasa una vez cada 15 o 20 cuadros. Por lo general empiezo armando el escenario, estructurando la tela y viendo de dónde va a venir la luz; cuáles van a ser los materiales, si lo voy a pintar de cartón o madera, si las paredes las voy a sujetar con clavos o con cintas; si va a haber escaleras o columnas… Una vez que llego a ese escenario que me gusta, que la luz viene bien, que el fondo está bien hecho, empiezo a pensar la idea…
PI —Los actores.
JL —En los actores, exactamente. Capaz que el primer personaje va llamando a los otros.
EC —Y cada personaje, para ti, está absolutamente identificado. Digo porque el público puede perderse, no reconocerlos.
JL —Sí… Todos los cuadros tienen una narrativa que por lo general yo puedo contar la historia exacta de qué es el cuadro y todo. Pasa que es difícil después que cada uno lo interprete.
Antonio Pitxot, que era un gran pintor catalán íntimo amigo de Dalí, me contaba que Dalí siempre le decía: “Pintá lo que quieras, pero que tenga sentido”.
EC —O sea, el artista sabe qué fue lo que quiso hacer con ese cuadro, que el público después lo interprete exactamente así es otra historia.
JL —Eso ya es más complicado, pero por más delirante que parezca, todo tiene que tener un sentido, porque si no son ocurrencias no más.
EC —Hablando de sentido, le debe llamar la atención al público que en muchos de tus cuadros las paredes no son de verdad, no son sólidas, son como una escenografía de teatro, de cartón. A su vez, en las esquinas aparecen cintas adhesivas que hacen la unión, que están sosteniendo esa estructura, lo que parece ser una esquina de un edificio. ¿Por qué la reiteración de ese recurso?
JL —Justo hoy Ignacio hablaba de esos cartones que yo le llevaba: yo pintaba sobre cartón porque no tenía plata para comprar telas y eso, tampoco pintaba muy bien y no quería desperdiciar telas buenas. El hecho de haber pintado durante años sobre cartón hizo que el día que tuve que pintar sobre tela me pregunté: ¿qué pinto?, y pinté paredes de cartón, porque todo mi mundo había sido siempre construido sobre cartón. Ahí surgió eso, después fui desarrollando la idea de que esa fragilidad del cartón es en la que nosotros vivimos también, todo es una ilusión y al final las cosas están sostenidas por cintas. Básicamente así fue, después lo fui desarrollando cada vez más y hoy es como un sello.
Nunca me planteo hacer una pared de ladrillos.
PI —Capaz que aparecen más adelante.
JL —Capaz que sí, seguramente algún día mezcle edificios reales con edificios de cartón.