Dos hechos poco frecuentes ocurren por estos días en la Base Científica de Uruguay en la Antártida. Hoy se renueva la dotación que estuvo trabajando allí durante un año y además por primera vez en la historia un uruguayo ciego visita las instalaciones para registrar el paisaje sonoro de esa región. La colaboradora de En Perspectiva, Ángela Reyes, que se encuentra de visita en la base, narró las peculiaridades del cambio de personal y los desafíos que impone el viaje de una persona no vidente al continente helado.
EN PERSPECTIVA
Lunes 07.12.2015, hora 10.22
EMILIANO COTELO (EC) —Este es un día muy especial en la Base Artigas, la plataforma científica uruguaya, ubicada en la isla Rey Jorge, en la Antártida.
La dotación que estuvo trabajando allí durante un año entero prepara las valijas para su retorno a Montevideo mientras se instala el nuevo contingente, que permanecerá en ese lugar hasta fines del año 2016. Al mismo tiempo, por primera vez en la historia un uruguayo ciego recorre cerros nevados, glaciares y costas casi congeladas como parte de un proyecto destinado a registrar el paisaje sonoro de esa región.
Para conocer algo más a propósito de estas novedades estamos en contacto con la Antártida, con Ángela Reyes, la que se encuentra justamente allí.
Una primera pregunta es a propósito de las condiciones del clima. Está por comenzar el verano. ¿Cómo es el ambiente en este momento allí?
ANGELA REYES (AR) —Exactamente, está por comenzar el verano, las temperaturas están “altas”: entre 0 y 3 grados. Hoy hay 0,4 grados y una sensación térmica de -6, pero es un número muy positivo en general, quienes viven acá te dicen que es una temperatura como para salir a pasear bien.
Con respecto al tiempo y las condiciones, no hay noche, estamos en el momento del año en el que todo el día hay luz, solo durante unas dos o tres horas, de las 00.00 hasta las 3.00, oscurece un poquito -pero es poco perceptible, a menos que haya nubes- y, de nuevo, se viene el día. Estamos en esa situación muy rara, que después en invierno se invierte y es todo noche menos un par de horas de día, ahora es todo día.
Otra cosa a destacar es que la base uruguaya y sus inmediaciones están cubiertas de nieve. Esto es poco común para esta época del año porque en la medida en que está por entrar el verano debería haber deshielo y no debería haber nieve, pero este año la nieve se mantuvo. Esto tiene sentido con lo que ha sucedido durante todo el año porque la nieve ha sido más densa que en otros años. Por ponerles un ejemplo, en octubre, como mes de muestra, nevó más que en todo lo que había nevado en la base en el año 2014. Ha sido un año que ha tenido esta característica particular que se mantiene, ahora hacia diciembre.
EC —Dos puntualizaciones más. Primero: ¿Qué hora es allí en la Base Artigas?
AR —La misma hora, 10.25.
EC —¿Y cómo está el cielo: despejado, con tormentas, nubes?
AR —En este momento el cielo está bastante nublado, hubo una llovizna en la mañana, pero igual se puede salir a pasear, hay mucha gente con cámaras, filmando y tomando fotos, pero el cielo está todo cubierto. Hoy dijeron que iba a mejorar, pero una condición muy especial es que los pronósticos meteorológicos duran de dos a tres horas, es todo muy cambiante y no se mantienen. Así estamos, esperando a ver si abre un poquito hacia el mediodía.
ROMINA ANDRIOLI (RA) —Como comentábamos, esta es una época muy especial del año en la base. ¿Qué es lo que está sucediendo?
AR – Hoy es el último día de la dotación que estuvo todo 2015, se está haciendo el relevo de mando de la base. Recordemos que toda la logística de la base la hacen las Fuerzas Armadas, aunque no es una base militar sino científica y los militares solo están para gestionar la base.
En esta época el cambio de dotación supone jornadas de más de doce horas de trabajo para que los nuevos puedan aprender las tareas de la base. Ellos empiezan a trabajar y se preparan para recibir en enero al grupo de científicos que comenzarán sus investigaciones.
Además, este año tiene una presencia muy especial, que es la de Juan Pablo Culasso. Juan Pablo Culasso es ciego de nacimiento y desde hace años se dedica a la grabación de sonidos de la naturaleza. Él llegó la semana pasada a la Antártida para, justamente, registrar el paisaje sonoro del continente.
RA —¿Este es un hecho inédito?
AR —Sí, es la primera vez que un uruguayo no vidente viene a la base Artigas. Es una situación tan excepcional que, por ejemplo, no estaban claras las reglas para el ingreso de su perro guía.
La presencia de nuestro país en la Antártida está regulada por el Tratado Antártico y sus protocolos medioambientales, que incluyen la prohibición de ingresar cualquier especie viva -animal, vegetal-. Esto no permitió que ingresara el perro guía, dejando en descubierto un vacío legal porque las leyes en general amparan la presencia de estos animales en todos los sitios.
RA —¿Y cuál es el proyecto de Juan Pablo?
AR —Él está aquí para registrar el paisaje sonoro de la Antártida con equipamiento profesional y luego hacer una publicación académica sobre el tema.
Acompañarlo es una experiencia realmente excepcional y a la vez que inspira mucho, porque ha superado las dificultades de un terreno que es realmente hostil para comenzar su trabajo. Además es excepcional porque él logra definir y vivir la Antártida de una manera que para los videntes sería prácticamente imposible.
Los invito a escucharlo explicando qué es para él justamente la Antártida.
“La Antártida es una experiencia sonora realmente impresionante, desde esas olas en las playas de cantos rodados que en Uruguay no tenemos. Para que una persona conozca esos sonidos tiene que viajar muchos kilómetros, el sonido de viento realmente es impactante y el sonido también de ese deshielo muy, muy delicado es para mí es una maravilla. La Antártida, si la tengo que definir en una sola palabra, es música”, dijo Culasso.
Otra cosa a destacar de esta historia es que Juan Pablo ve esta experiencia como una oportunidad de demostrar a la dotación y a través de los testimonios de ella a otras personas la capacidad que tienen los ciegos de ser autónomos, o en sus palabras de que no deben “acarrearlo”.
También su experiencia demuestra que muchas de las preguntas que les hacemos a los no videntes terminan siendo innecesarias. Por ejemplo aquí ante la pregunta de “¿cómo caminás en la nieve?” su respuesta es “pongo un pie y después el otro, como el resto”. Y es así, pero habitualmente quienes ven no lo entienden.
RA —¿Qué otras historias destacadas te has encontrado estando en la Antártida?
AR —Esta no es la única historia fuera de lo común que se encuentra en la base. De hecho, cada integrante de la dotación -en invierno quedan fijas aquí ocho personas (electricista, mecánico, cocinero, operador de radio, médico, meteorólogo, buzo y el jefe de la base)- tiene una historia excepcional. Desde la cocinera, que cuando le dijeron que se abría la convocatoria para venir se confundieron y le dijeron que era para ir a Haití, y cuando ya estaba enviada le avisaron que en realidad era para la Antártida, hasta la doctora, que viene por tercer año a cumplir misión. También está aquí un funcionario del Instituto Antártico Uruguayo que fue uno de los fundadores de la base en 1984 y, desde entonces, viene de manera regular como apoyo. Pero de todas estas historias la que me gustaría destacar es la del buzo.
RA —¿Cuál es el objetivo del buzo en la Antártida? ¿Por qué su historia es especial?
AR —El buzo realiza operaciones en el Lago Uruguay, el lago de que se extrae el agua que se utiliza en la base, una operación muy compleja que aquí le dicen “hacer agua”. Y además es el encargado del manejo de los botes. Por otra parte, como se comparten tareas varias, también es el encargado del sistema de residuos que es muy difícil porque algunos se incineran para llevar a Montevideo las cenizas, otros se prensan, etc. Cada residuo tiene su propio tratamiento.
La historia de buzo es muy particular. En general asociamos la venida a la Antártida como a las misiones del Congo y de Haití como una posibilidad que tienen los militares de durante un año ganar considerablemente más de lo que ganarían en Montevideo y hacer carrera. Sin embargo, en el caso de Mario Iraola la venida a la Antártida se trata de un sueño de toda la vida por el que trabajó duro. Escuchémoslo…
“Era una meta que yo tenía hace años. Desde que empecé la Armada estaba la posibilidad de venir a la Antártida, pero no todo el mundo puede venir. Yo elegí en mi carrera ser buzo y los buzos tienen una gran posibilidad, que es estar un año acá. Esperé mucho tiempo, la remé, estudié, me capacité, hasta que me llegó la hora, y me dijeron: ¿querés ir? y dije: voy. Y llegué”, manifestó Iraola.
Luego de un esfuerzo de varios años, porque el buzo que viene a la Antártida debe ser supervisor y eso lleva más de seis años de preparación, logró llegar y esto es lo que siente ahora, antes de que haya comenzado realmente su tarea.
“Ya el primer día que pisé la nieve dije cumplí parte de la misión, ya estoy acá, no me voy a mover hasta el año que viene, llegué. Es como un escalofrío, pero no de frío sino de emoción, que es algo muy especial”, indicó Iraola.
Tanto él como el resto de la dotación tienen una dificultad y es la distancia. Pese a que pueden comunicarse fácilmente (hay WiFi y cobertura Antel por lo que llamar aquí es como hacer una llamada local), lo cierto es que durante un año no pueden viajar bajo ninguna circunstancia, ni siquiera si muere un familiar (cosa que ha pasado en otros años). Esto es, sencillamente, porque durante el invierno es imposible por las condiciones climáticas salir de la base. ¿Qué piensa al respecto Iraola?
“Y bueno, el Uruguay es como mi familia. Tengo padres separados, pero tengo padre, madre, hermanos, hermanas, tengo un hijo, tengo novia (al menos por ahora). Yo qué sé… todo eso cincha, es como me preguntaban hoy, cincha, pero cuando uno se pone una meta cumple la meta, más allá de que tenga que ser un poco duro, cumple la meta y espero que la demás gente sepa entenderlo, especialmente la familia”, afirmó.
Esta es una muestra muy pequeña de lo que es la dotación, sus desafíos y expectativas para el año que comienza. Una dotación que además debe hacer frente a un presupuesto que históricamente fue acotado para las necesidades y más en el marco de los recortes presupuestales que se discuten.
Aquí la sensación de los miembros de la dotación es que muchas veces en tierra firme no se comprende la estrategia detrás de la presencia uruguaya en la Antártida, un territorio declarado de paz y para la ciencia, pero que además posee muchos recursos minerales y pesqueros. La pesca de merluza negra, uno de los pescados más caros del mundo, está permitida en una zona de la Antártida. La explotación de recursos naturales no, salvo para fines científicos, pero todos los países reconocen la importancia de su existencia.
La base uruguaya sobrevive en gran parte, según lo que puede verse, gracias a grandes esfuerzos del personal que cuenta además con una excelente relación con las bases vecinas, otro de los puntos que destaco de lo que he visto. El sábado se hizo la ceremonia oficial de cambio de mando y asistieron chinos, coreanos, rusos y chilenos, todos miembros de las bases cercanas. En esa instancia se pudieron ver imágenes tan excepcionales como un ruso de Kamchatka con un gorro de Uruguay puesto, comunicándose en inglés. Ese es sin dudas uno de los momentos que quedan grabados.
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