Entrevista con el economista Rodrigo Arim, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República.
EN PERSPECTIVA
Lunes 13.02.2017, hora 8.20
EMILIANO COTELO (EC) —Imagínense la posibilidad de recibir un dinero del Estado porque sí, por el solo hecho de existir, independientemente de sus capacidades económicas o de si tienen empleo o no. Y agréguenle que no se les exija ninguna contrapartida por ese pago.
De eso se trata la renta básica universal, un viejo concepto asociado a la seguridad y la protección social que ahora se ha puesto en boga otra vez a raíz de un plan piloto que está ejecutando Finlandia y que consiste en darles 560 euros al mes a 2.000 ciudadanos sin requerir contrapartidas.
La decisión del país nórdico tiene que ver con la robotización del trabajo y la consiguiente destrucción de empleo que traerá. Pero ha contribuido a reavivar un debate a nivel mundial a propósito de los beneficios y perjuicios de este instrumento.
¿Qué es la renta básica universal? ¿Qué argumentos hay a favor y en contra de ella? ¿Cómo podría eventualmente aplicarse en Uruguay?
Vamos a conversarlo con el economista Rodrigo Arim, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República, uno de los académicos que han estado trabajando en este asunto en nuestro país.
¿Cómo se define el concepto de renta básica universal?
RODRIGO ARIM (RA) —No hay una definición unívoca del concepto de renta básica universal. Es parte de una familia de instrumentos de política pública que comparten algunas características medulares. En primer lugar, implica una transferencia monetaria no condicionada ni a situaciones contingentes –como el desempleo o la edad–, ni a la obligación de probar la disponibilidad de medios –que suele ser un criterio habitual para otorgar beneficios por parte del Estado–, ni al desarrollo de ciertas conductas –como buscar empleo, concurrir al sistema educativo–.
Por lo tanto, la característica de este instrumento presupone una transferencia de recursos del Estado hacia los ciudadanos, hacia un grupo amplio de ciudadanos, sin que se les pida nada a cambio y como parte de un marco más general de sostener ciertos niveles de mínimos. Ese es el concepto básico de renta básica universal, con la aclaración de que hay distintas versiones. Incluso el ejemplo de Finlandia, que hoy está de moda, es un caso bastante particular y concentrado en un grupo en particular de la sociedad.
EC —¿Qué es lo que se busca? ¿Levantar el piso de ingresos de la sociedad?
RA —Creo que hay dos tipos de objetivos. Unos sustantivos, que son lo que sus principales promotores intentan justificar, y hay argumentos de corte más de tipo instrumental que son absolutamente válidos y es importante que la sociedad discuta también en función de ellos.
Desde el punto de vista sustantivo, la justificación de una renta básica universal tiene que ver con asegurar el acceso a un nivel mínimo de consumo, de nivel de vida, a todos los integrantes de un colectivo, de una comunidad. Dicho de una manera más simple, en lugar de que el mínimo sea necesariamente cero ante la ausencia de ingresos, que haya un mínimo asociado a la presencia de esta transferencia de ingresos del Estado –en realidad el Estado somos todos– hacia cada uno de los individuos que integran la sociedad.
Hay un argumento que tiene que ver con la libertad, la capacidad de elegir. Por ejemplo, elegir trabajar o no trabajar, elegir entre aceptar o no una oferta de trabajo en función de sus características, la capacidad de afinar su tiempo y sus recursos con estas finalidades. No es una idea nueva, es una idea que ha tenido un impulso importante en los últimos años, pero encontramos algunos antecedentes importantes ya hacia fines del siglo XVIII en la Inglaterra de la revolución industrial.