EC —Ya en diciembre, pero sobre todo en enero, fue una sorpresa importante el volumen de turismo argentino que llegó a Punta del Este y a otros balnearios uruguayos. Los operadores de esa zona de la costa esperaban una temporada floja y ese movimiento extra les permitió acomodar los números. ¿Qué pasó? ¿Cómo explica ese fenómeno?
GM —Creo que hubo una sensación de alivio en nuestro país y eso generó decir “voy a confiar en que esto va a funcionar, si tengo un pesito lo gasto, total sé que esto va a reactivar”. No fue solamente en Uruguay, en la costa argentina también mejoró y en Córdoba y en la zona de Mendoza, hubo más movimiento de gente. Tiene que ver con esto de “me animo a gastar”, “me animo porque esto después va a funcionar mejor”. Creo que esa fue la clave más importante, y el hecho de que ya se visualizaba que esta relación, que existe históricamente entre nuestros pueblos, tenía que volver a un cauce normal. Me parece que fue clave lo que generamos nosotros en el antes, el durante y el después. Yo digo siempre que no siento haberme ido de mi casa, me siento realmente muy muy bien en Uruguay, en Montevideo y en todas las ciudades que he visitado, y esto sin ningún tipo de diferencia en cuanto a lo ideológico.
Esto es clave, yo no vengo a hacer política interna, soy sumamente respetuoso de los espacios políticos uruguayos, con lo cual ni pregunto, cuando hablo con intendentes, no es algo que sea una preocupación. Trato de trabajar pensando en cómo le puedo mejorar el turismo, cómo puedo ayudar a mejorar el turismo en Argentina en los lugares no habituales de turismo, cómo trabajar con empresas uruguayas que quieren trasladarse a Argentina, cómo trabajar con empresas argentinas que quieren instalarse en Uruguay. Ha habido una reactivación de este movimiento en la comercial también.
Lo importante es tener claro cuáles son los objetivos de generar esta relación de confianza que estaba faltando entre nuestros países, que parte no desde lo funcional sino de lo personal, tiene que haber confianza en el funcionario y en la persona del funcionario. Primero somos personas, después somos funcionarios. Tengo un trabajo por delante que tiene que ver con que conozcan a Guillermo Montenegro más allá de que sea embajador, más allá de que sea ministro de Macri, que confíen cuando da la mano y da la palabra, y empezar a trabajar en una agenda para empezar a lograr los resultados.
EC —Vamos a la hoja de ruta que quedó marcada en la reunión de Anchorena del 7 de enero. En cuanto a la eliminación de trabas al comercio, gran queja de los exportadores uruguayos durante años, ¿eso quedó absolutamente despejado?
GM —Estamos viendo algunas cuestiones que tienen que ver con impuestos en servicios que se prestan acá, cómo se pueden ir modificando, ya hablándolo puntualmente en cada una de las áreas, incluso con reuniones mensuales y periódicas con el embajador Lescano, para que él también nos provea información, “las empresas uruguayas han tenido este problema”, qué es lo que le están planteando, porque muchas veces lo que necesitamos es esta comunicación permanente. Incluso hablamos de reunirnos una vez cada 15, 20 días, un mes y ver cuáles son los problemas de las empresas uruguayas con Argentina y cuáles son los problemas de las empresas argentinas con Uruguay, para ayudarnos mutuamente a trabajar con los equipos ejecutivos o legislativos si hay que hacer alguna modificación desde lo ejecutivo o desde lo legal.
EC —En cuanto a la derogación de la prohibición del transbordo en puertos uruguayos de mercadería argentina de exportación, eso lo firmó Macri el mismo día que se reunía con Vázquez, el 7 de enero, ya está implementado, no hay duda. Pero ¿qué dice ese gesto en cuanto a la historia de la lucha de puertos, la guerra de puertos entre Argentina y Uruguay?
GM —Creo que en lo que es puertos y el Río de la Plata y el río Uruguay tenemos que plantear una planificación estratégica pensando de acá a 20, 30 años, en cómo la región puede llegar a mover su producción y cómo conviene planificar no solamente los dragados, no solamente el balizamiento, sino la colocación del puerto de aguas profundas, si conviene que haya uno o dos, si esa inversión que genera un puerto de aguas profundas –que tiene que ser una inversión extranjera, por el volumen, que es de entre US$ 3.000 y US$ 4.000 millones– se puede hacer en dos lugares. Tenemos que ponernos de acuerdo y pensar dónde queremos estar.
EC —¿Efectivamente los dos gobiernos están coordinando los respectivos proyectos de puertos de aguas profundas? ¿Esto puede terminar en uno solo y no en dos?
GM —Creo que si comercialmente conviene que haya uno solo, tiene que haber uno solo.
EC —Está bien, pero le estoy citando la historia. La historia en esa materia ha sido una historia árida, peleada…
GM —A veces une el amor y a veces el espanto.
EC —Todo lo que usted planteaba recién con respecto a la planificación en materia portuaria suena de lo más racional del mundo, pero al mismo tiempo demasiado bueno para ser cierto.
GM —¡Es que si no hasta termina siendo más caro! Cuando uno planifica este tipo de cuestiones siempre está viendo lo que dijo durante la campaña; hay espacios políticos que hacen promesas electorales y otros que dicen lo que van a hacer. Nosotros dijimos lo que íbamos a hacer, y hablamos de bajar el costo del flete para que el tipo que tiene una producción de olivos no tenga que dejar pudrir la aceituna o, en el caso del vino, la uva, entonces le tenés que bajar el costo. Y para bajar el costo tenés que mejorar la infraestructura, mejorar la posibilidad del flete, ahí es donde el tipo gana competitividad. Tiene que ver básicamente con que si este tipo es más competitivo va a tener más gente trabajando, y si hay más puestos de trabajo va a bajar el déficit. Empieza el círculo virtuoso. Me parece que no podemos ponernos en otro lugar, porque sería nosotros casi ir en contra de los intereses de los propios argentinos y los uruguayos de los uruguayos.
EC —Pero los lobbies existen…
GM —¡Por supuesto!
EC —¿Efectivamente el puerto de aguas profundas quedó en la agenda bilateral?
GM —Hay planificaciones por ahora de Uruguay por un lado y de Argentina por otro.
EC —En Uruguay bastante enfriadas, el Gobierno Mujica le pegó un empujón a ese proyecto, el Gobierno Vázquez lo colocó en un cajón. ¿Entonces?
GM —Tiene que ver con los costos y los beneficios que puede llegar a generar eso. Pero si uno lo ve como un volumen que puede trabajar en toda la región, los costos son otros y las posibilidades de inversión son otras. Hablar de puerto de estas características genera una reactivación en la región, me parece que tenemos que pensar en eso. Y lo mismo pasa con el dragado, con el balizamiento. No tenemos que pensar solamente en el dragado de 2016, 2017, 2018, sino en cómo queremos que fluya el transporte en el río y cómo vamos a generar acuerdos también con Paraguay, con Brasil, y ver si conviene que eso sea dentro del Mercosur. No podemos seguir pensando en la chiquita en el consorcio de países, como si en el consorcio de un edificio que cada uno pensara en el palier de su casa. ¿Vamos a arreglar la casa entre todos o no la vamos a arreglar entre todos? Nos sale más barato, es mucho más cómodo, es mucho más productivo hacerlo entre todos. Nosotros somos vecinos y uno no piensa en poner una pared para que al vecino no le llegue el sol.
EC —El presidente Macri le anunció al presidente Vázquez en Anchorena la decisión de su Gobierno de que Argentina va a comprar el remanente que surja de la planta regasificadora si Uruguay avanza con ese proyecto. ¿Qué más ha habido desde entonces? Por ejemplo, ¿la planta regasificadora va a seguir siendo una inversión uruguaya, o Argentina también podría intervenir?
GM —Está la discusión técnica. Todo esto habla de la utilización del gasoducto que hay hoy por debajo del Río de la Plata, que era inverso, Argentina mandaba gas. Tenemos una complejidad energética en los próximos 15, 20 años, con lo cual ahora empieza la discusión más técnica, que tiene que ver con si conviene que haya una inversión y eso genere que sea socio, si conviene solamente comprar. Los presidentes ya dijeron “esto es así”, a partir de ahí el cómo ya es una decisión de los técnicos. Ese fue el motivo por el cual el ministro de Energía de Argentina vino a Montevideo menos de una semana después, para empezar a tener reuniones específicamente técnicas.
Lo mismo el ministro de Espacio Ambiente, el rabino Bergman, para empezar a trabajar con el laboratorio. La reunión que tuvimos con la ministra de Relaciones Exteriores, Susana Malcorra, y su par de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, ya fue una reunión de trabajo, cada uno está enfrentado –en el buen sentido de la palabra– con su par que tiene que ver con el Río de la Plata, con el río Uruguay, con la cuestión energética, con la posibilidad de una corte regional con capacidad de sanción en la lucha contra el crimen organizado. Ya hay una agenda de trabajo y los dos cancilleres acordaron reunirse mínimo dos veces por año a tildar lo que hizo cada uno. El hecho de que hayan venido ya el presidente, la vicepresidenta, la canciller me pone la vara muy alta, porque me exigen permanentemente “¿qué estás haciendo?, ¿cómo avanzaste en esto?, ¿quién vino?, ¿quién fue?, ¿adónde…?”. Es semanal la reunión que tengo dentro de cancillería e incluso en mi relación con el presidente Macri.