Entrevista con Danny Rodríguez, rescatista uruguayo que integra Proactiva Open Arms, una ONG española conformada por guardavidas que ayudan a los refugiados que llegan a las costas de la isla griega de Lesbos.
EN PERSPECTIVA
Lunes 09.11.2015, hora 8.17
EMILIANO COTELO (EC) —El mundo enfrenta hoy, en la zona del mar Mediterráneo, la peor crisis migratoria desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Según las cifras que maneja la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), más de 750.000 personas (sirios, afganos, eritreos, nigerianos, somalíes, iraquíes) han llegado a Europa en lo que va de este año arrojándose al agua en embarcaciones precarias. Pero, claro, también hay miles de migrantes que no consiguieron su objetivo y murieron ahogados antes de alcanzar la costa.
Sobre esa línea divisoria, la que separa a quienes sobreviven de los que no en la odisea de cruzar el mar, trabaja Proactiva Open Arms. Se trata de una ONG española conformada por guardavidas que, conmovidos por esta tragedia, decidieron que tenían que colaborar. Y eligieron instalarse en Lesbos, una isla griega ubicada en el mar Egeo, que, por su cercanía a Turquía, se ha convertido en uno de los puntos de cruce más utilizados por quienes intentan llegar a Europa. El objetivo que se planteó la organización es salvar la mayor cantidad de vidas posible.
¿Cómo encaran esta tarea? ¿Cuál es el escenario con el que se han encontrado?
Vamos a conversarlo con un rescatista uruguayo que se ha sumado a este desafío, Danny Rodríguez.
Danny tiene 35 años. Lo encontramos ahora en Barcelona, donde vive desde hace cuatro años. Volvió allí hace pocos días junto con otros voluntarios de la misma ONG que habían pasado dos semanas en Lesbos. Ese es el lapso, dos semanas, y después hacen un recambio.
DANNY RODRÍGUEZ (DR) —Sí, hacemos dos semanas, una guardia de 15 días. Está bien el tiempo porque la exigencia física y mental obliga a tomarse un descanso.
EC —En Barcelona te desempeñas como rescatista en la playa, lo que nosotros llamamos guardavidas. ¿Desde cuándo estás en esa profesión?
DR —Trabajo en Proactiva desde 2010, desde ahí estoy trabajando de corrido aquí.
EC —Proactiva es la empresa que te contrató a ti en su momento.
DR —Sí. Es que Open Arms, que es la ONG que ayuda económicamente al fin de estar en Lesbos ayudando con los refugiados, nació en Proactiva, fue el dueño con otros socorristas que fueron a colaborar ahí.
EC —Esta ONG surgió a partir de una iniciativa individual, como contabas.
DR —Sí, esto nace cuando el director de Proactiva, Óscar Camps, va a Lesbos. Después de ver las imágenes, sentirse un poco tocado por la situación y no creer que estuviera pasando eso, se va a Lesbos por el tiempo que pudiera tirar con sus ahorros.
EC —Iban a financiar con sus ahorros el trabajo que iban a hacer.
DR —Sí, se fueron mochila, dinero y a ver qué encontraban, porque no había nada creado, no había gente, no había ningún contacto. Se van con sus ahorros a ver qué pasaba. El dinero se empezó a terminar y nació la idea, no sé si le dijeron que creara una ONG o se pensaba que era la única solución para poder seguir en Lesbos. Así fue que se creó la ONG y poco a poco fueron recaudando fondos.
EC —La ONG se crea y convoca a otros rescatistas, a otros guardavidas a sumarse al esfuerzo. En ese proceso te incorporas tú.
DR —Sí. Nosotros ya estábamos informados de que el director de la empresa iba a ir a Lesbos. Después de hacer una inspección de la situación dijeron “no nos podemos ir de Lesbos”. Con esto ahora de la tecnología, grupos de WhatsApp y tal, se pasó la idea de ir ahí. Todos los que querían colaborar o estar a disposición a ese fin se podían sumar en algún momento, si es que conseguían medios para bancar ese objetivo. Al final se cumplió y a mí me citan y me dicen: “Cabe la oportunidad de que vayas tal día, si puedes, a colaborar”, y sí, obviamente, fui.
EC —¿Cómo te resultó la decisión? ¿Fácil?, ¿difícil?
DR —Yo estoy de novio, y yo tenía claro que quería ayudar, pero había que preguntar a la familia en un principio, y después sí, con el visto bueno de la familia, el apoyo y la decisión. Aparte uno va con la idea de colaborar pero no sabe con qué se va a encontrar. Después, estando allá, cambia. Pero desde el vamos con el colaborar, la decisión fue fácil.
EC —En esta época del año, ¿qué ocurre en las playas de Cataluña? ¿Tú seguías trabajando?
DR —Yo trabajo en piscinas, por la misma empresa. Eso se puede, se cubre con vacantes. Pero por años de experiencia, yo recorrí hace cinco años playas con la empresa, ya tenía antigüedad. Va primero la gente más experiente por el ambiente en el que vas a tener que manejarte.
EC —Lesbos es la tercera isla más grande de Grecia, tiene una superficie de 1.630 km2, un perímetro de costas de 320 km y una población cercana a los 100.000 habitantes. ¿Por qué es un punto tan crítico para el acceso de los migrantes hacia Europa?
DR —Tú vas a lo que es la cara sur de la isla y ves Turquía, la ves perfecto. Es más, si te pones en un punto semialto de Lesbos ves la arena de Turquía. Son 10 km que separan una costa de otra. Es un acceso muy “fácil” en comparación con otras distancias, como irte de África a Canarias, o con otras vallas que van poniendo hoy en día por otros lados. Es un acceso que es más accesible dentro de lo accesible hoy en día. Por eso es tan “apetitoso”, porque es poca distancia.
EC —¿Cuánto dura un trayecto en un barco de un lado al otro, en teoría?
DR —Calculamos 40 minutos. Las pateras de goma que vienen, en 40 minutos ya están en costa, media hora. En un día calmo, calmo, en media hora o incluso menos ya están de costa a costa.
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EC —¿Cómo es el escenario con el que se encontraron allí cuando llegaron?
DR —La imagen es desgarradora, es horrible. Es como un estado de guerra. Apenas llegas, por más que no tengas desembarcos en ese momento, te encuentras con montañas y montañas de chalecos salvavidas en la orilla, porque los refugiados llegan y lo primero que hacen es sacarse los chalecos, los dejan tirados ahí. Barcas de goma pinchadas, tipo zodiac pero más grandes, porque son para cargar más gente. Motores tirados. O sea, todo el desperdicio del desembarco. Y cuando empiezan a llegar las barcas es desgarrador, porque son afganos o sirios, son clases sociales diferentes. Por ejemplo los afganos que salen de la montaña nunca vieron el agua y menos gobernaron una barca, y los meten en una barca. Se les apaga el motor y no saben cómo prenderlo, están a 10 metros de la orilla y se empiezan a tirar de las barcas, niños, mujeres gritando… Es muy muy desgarrador, es una imagen dantesca a veces.
EC —¿Es correcto lo que se ha informado? ¿Tú has vivido directamente la experiencia de alguna de estas embarcaciones en las que el piloto que se hizo al agua con los migrantes como parte de la operación que ellos contratan con los traficantes el piloto los deja, se va, los deja arreglándose como puedan?
DR —Sí, es increíble. Dejan las embarcaciones y las tiene que gobernar la misma gente que va a desembarcar. Porque en un día te vienen 100 barcas y para la logística de los mafiosos conseguir 100 barcas por día es mucho. Entonces a veces prefieren ir con una barca, dejarlos a 20 metros, porque no pueden llegar a la orilla porque al smuggler, al mafioso, lo pueden bajar los de Frontex. Entonces no se arriesgan, llegan a 20 metros de la orilla y dicen “ahora salta todo el mundo”, y si no quieren saltar, igual sacan una navaja o un arma y todo el mundo se tiene que tirar. Vos ves esa imagen y decís ¡ostia! Tengo bebés, tengo niños, tengo personas en el agua. El tipo se va, vuelve y tú vas a sacar personas del agua a 20 metros.
EC —Ahora están ustedes, pero ¿es correcto que hasta que iniciaron esta actividad con esta ONG no había nada, no había ningún servicio de guardavidas dedicado a apoyar a esas personas?
DR —No había. Lo que existe ahí es el Frontex, que es tipo una policía noruega, y después los coast guards, los guardacostas. Pero es como si no estuvieran, salvo que sea una catástrofe, que igual pasó, porque hace dos semanas pasó igualmente y tampoco, son otros temas, no funcionan como ayuda. Es “si sucede algo muy grave vamos”, pero si se rompe una barca, si hay gente en el agua, a no ser que hagan dos horas de llamado, como ha pasado, no aparecen.
EC —En particular no había guardavidas.
DR —No, no, nadie que funcionara en primera línea, ninguno.
EC —Sí han colaborado en distintas ocasiones pescadores de la zona.
DR —Sí, sí. En el naufragio grande de 300 personas vinieron pescadores turcos, no solo griegos, que fueron los que levantaron y levantamos a la mayoría de las personas.
EC —Además, una cosa es realizar este cruce en el verano [del hemisferio norte] y otra muy distinta en estos meses, cuando el frío empieza a golpear. Ustedes lanzaron esta operativa cuando cuando ya el ambiente cambiaba y se volvía hostil. Y ahora van a seguir llevándola adelante en la época peor.
DR —Sí, sí. Empezamos con pantalón corto y ahora estamos con trajes de neopreno, te entra el frío por todos lados. Estamos tratando de conseguir unos trajes secos, porque al estar todo el día con viento o mojados se siente el frío, es inevitable. Imaginate la gente que viene mojada, los niños que vienen mojados, con hipotermia, en plena noche. Esos sí la están pasando mal.
EC —¿Con qué elementos cuentan para llevar adelante estas tareas?
DR —Ahora contamos con dos motos náuticas, con ocho socorristas, entre socorristas patrones y náuticos, y ahora están arribando un par de barcas intermedias, que son unas zodiacs grandes con motor que son específicas para evacuación de a muchas personas, no una a una, como en las motos náuticas. También contamos con una donación de visión nocturna –hay gente que se ha portado muy bien–, con un radar para poder ver en la noche dónde van a desembarcar las barcas, cuántas barcas vienen. En este momento material hay, se necesita es pensar en el tiempo, porque de a poco van saliendo las cosas y por suerte vamos en camino.
EC —¿Cuántos guardavidas integran cada grupo? ¿Cuántos están trabajando simultáneamente?
DR —Ahora, gracias a las donaciones, tenemos ocho personas en Lesbos, en To Kyma. Claro, nosotros estamos en Lesbos, pero está Quíos, que es otra isla al costado, en la que también está muriendo gente. Los coast guards quieren que estemos ahí, porque reconocen la labor que estamos haciendo, entonces nos ven necesarios. Por más que ahora han tomado más cartas en el asunto, saben que lo que venimos haciendo nosotros desde el principio es lo que hay que hacer en las islas.
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EC —En el sitio web de Proactiva Open Arms se informa que al día de hoy han conseguido € 335.662 gracias a 5.113 donantes. Y por supuesto que se exhorta a que la gente siga contribuyendo. Para eso, entre otras cosas, está armado ese sitio web.
DR —Sí, sí, gracias a las donaciones… Empezamos con los € 15.000 que llevaba Óscar cuando se fue para ahí. Y después cuando se crea empezamos de a € 50, € 50, € 50… hasta que llegamos a los primeros € 5.000. Ahí ya era ¡guau, ya podemos proyectar! Después esto empezó a tomar una dirección, gracias a internet, empezó a aparecer gente, contactos –eso es importante–, y ahora sí estamos en ese número que tú has dicho y es una alegría, porque puedes proyectar. Con ese presupuesto se van a comprar esas dos barcas y se podrá proyectar el tiempo que sea necesario.
EC —Pero eso eventualmente y si se consigue la cifra adecuada, es lo mínimo, es la base, la infraestructura.
DR —Sí, sí, bueno, es que gracias a lo que va apareciendo…
EC —Hay que trabajar ahí, hay que estar ahí.
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EC —¿Cómo organizan la jornada de rescate? ¿Cómo es un día allí mientras están en esa actividad?
DR —Los ochos socorristas que hay hoy en día nos separamos en dos grupos. Las jornadas son de 24 horas, pero tenemos que obligarnos a ponernos horarios para aunque sea tener un descanso y tener una alimentación, porque es muy pesado y eso es necesario. Hacemos dos grupos, uno empieza la guardia visual y dinámica a las 7 de la mañana y el otro a las 10 de la mañana. El que empieza a las 7 de la mañana termina a las 7 de la tarde –que no es verdad, porque terminás haciendo desembarcos hasta las 10, 12 de la noche– y el grupo que empieza a las 10 de la mañana termina a las 10 de la noche.
EC —Tienen que estar atentos a una costa que es muy extensa. ¿Cómo saben dónde van a caer las barcazas?
DR —Tenemos puntos de vigilancia, a raíz de haber conocido el lugar. Tenemos un punto que llamamos “el palo que vibra”, que es un punto elevado desde cual, con unos buenos prismáticos, se ve embarcar la gente en la costa de Turquía, y de repente ves 20 barcas que están viniendo. Eso te da unos 30, 40 minutos de ventaja. Ahí vas seleccionado, de repente van cinco barcas hacia un lugar, una barca que va hacia el acantilado, porque hay lugares que son más peligrosos que otros, y ahí vamos seleccionando qué es lo más riesgoso y dónde tenés que llamar ayuda. También hay muchos voluntarios que recepcionan barcas, no se tiran al agua, pero a raíz de conversaciones y todo ya saben que hay que apagar el motor, dónde hay que pillar la barca…
EC —Ese es otro grupo de voluntarios, esos están en la costa simplemente.
DR —Hay voluntarios de todas partes del mundo. Son voluntarios que pertenecen a otra ONG, pero somos los únicos que hacemos esta parte. Después hay doctores voluntarios, pero empiezan a hacer su trabajo cuando sacas a las personas del agua.
EC —Ustedes son los únicos que se tiran al agua, los que se meten hasta donde haya que meterse para rescatar a los que están en la situación más complicada. Por ejemplo, ¿qué tipo de situaciones? Se ha hablado de embarcaciones viejas, embarcaciones de madera, de madera podrida, que terminan destartalándose durante el trayecto. ¿Te ha tocado alguno de esos casos?
DR —Sí. Los mafiosos no miran si la embarcación está bien o no, ellos miran la cantidad que pueden meter en una barca; si una barca es para 20 personas te van a meter 80. Y todo así, las embarcaciones grandes que vienen con 200 personas son obsoletas o de desguaces, que apenas las dejan flotando y apenas el motorcito está andando las tiran para la orilla. Varias veces nos han despertado a las 6 de la mañana diciéndonos que viene una barca semihundida, con 200 personas, y nos encontramos con que viene ladeada –hay imágenes de eso–, decís “por favor, que no sé dé vuelta a los 200 metros porque tenemos una desgracia de 180 personas”, porque el tiempo apremia. Por suerte han llegado a costa. No la de 300 personas que se fondeó a 2 millas de la costa, ahí fue una desgracia. Las embarcaciones que vienen, las que son tipo zodiac, vienen con unas maderas de piso y se rompen, y de repente vienen dos tipos agarrados de la goma y se les rompe el motor a 5 km, hay que irlo a buscar, hay que remolcarlo. Muchas cosas, muchas cosas…
EC —¿Es cierto que muchas veces los chalecos salvavidas que los traficantes les dan a los migrantes están fallados?
DR —¿Fallados? Ves bebés con chalecos inflables de los chinos, los clásicos que yo no compraría para mis hijos. Hay todo un mercado del otro lado en Turquía, están viviendo de los refugiados, te venden marcas que no están reconocidas por nadie, chalecos que no están homologados por nadie, y la gente por la desesperación y por desconocimiento compra lo que sea. Es la desesperación de salir de ese lugar.
EC —Aparte está el “pasaje” en sí. ¿Cuánto pagan por persona?
DR —Nos ha dicho que pagan desde € 1.200 en las pateras de goma en las que vienen 40 personas hasta € 2.000 o más las que vendrían en un barco cómodo. Es como una agencia de viajes, “van a ir seguros, esto es un viaje de 20 minutos”, y una vez que se encuentran en la orilla, con el barco ahí, tiran a la gente. Ha llegado gente cortada, porque no quieren subir, dicen “esto no es lo que me vendieron”, pero los tiran igual, y si no, los cortan o los amenazan con armas de fuego. Es una mafia. Y sí, dejan un montón de dinero por una precariedad que están más en peligro que otra cosa.
EC —Alguno de tus compañeros ha declarado que lo más difícil a lo que se ha enfrentado es tener que decidir en una determinada situación a quién salvan y a quién no. Porque no les da el tiempo, porque no les dan los brazos, porque no les da el equipo para rescatarlos a todos. ¿A ti te ha ocurrido eso?
DR —Sí, sí. Eso… incluso en el naufragio –que es una situación que muy pocas personas pueden vivir, a no ser que seas rescatista de alta mar no vas a sufrir un naufragio–… es como si se cayera un Boeing en el agua y 300 personas al agua, pum. Y claro, tú llegas en la moto y todo el mundo dice “llegó mi salvación”, pero tú tienes que mirar… seleccionamos niños, bebés, que son las personas que están a merced de la muerte. Todos están a merced de la muerte, pero más a merced de la muerte están los niños y los bebés. Ahí es que seleccionas. Te miran a los ojos y te dicen “¿por qué a mí?”, pero es que… Es una desesperación, es horrible, horrible. Si tú decidieras, que en realidad no es así, pero niños, bebés y lo que puedas hacer. Tampoco es que puedas tener una planificación, porque llegas y lo haces a lo que puedes y a lo que sale. Pero la selección en persona es: saco los niños o los bebés y arriba.
EC —Tremendo… tremendo para ustedes el golpe emotivo que significa eso cuando están al mismo tiempo desarrollando un esfuerzo físico enorme.
DR —Es muy duro. En un momento –porque llevamos dos motos, y es un patrón y un socorrista– particularmente me encuentro en un apuro, tengo seis personas prendidas, yo estoy pillado en un cabo del barco del guardacostas y con un bebé en la mano. Al bebé no lo iba a soltar. Y se me pasa en un momento: si yo estoy pasando mal, ¿cómo estarán pasando mis compañeros? Eso se me pasó en un flash, si yo estoy pasando mal, mis compañeros pueden estar pasando peor. Es muy duro, porque si fuimos cuatro tenemos que volver cuatro, toda vida es valorable, pero… eso de pensar que tus compañeros pueden estar pasando mal es un peso muy grande.
EC —¿Ustedes también corren riesgos? ¿Cómo es el riesgo de vida que enfrentan los guardavidas?
DR —Tenemos medios para evitar ahogarnos, tenemos técnicas, porque existen técnicas, nadie te asegura nada pero tienes técnicas para zafarte, para asustar a la gente para que te deje en paz…
EC —Ese es un término también estremecedor, hay momentos en los que el rescatista tiene que asustar al náufrago porque el náufrago intenta aferrarse a él y al aferrarse se hunden los dos…
DR —Es que es normal, se va su vida, y antes de tu vida está la vida de él. Es normal, se le va la vida. Los gritos, los llantos, los pedidos de auxilio… se les va la vida, así simplemente. Es normal que quieran estar primero ellos. Yo si selecciono, voy a estar antes yo que ellos; lamentablemente, si me tocaba soltar al bebé, que por suerte, gracias a Dios, no lo tuve que hacer, por más dolor que me hiciera, lo iba a soltar. Por suerte no, porque llegó un compañero, me sacó tres personas y con tres más logramos llegar a la plataforma. Pero sí, es muy duro, muy duro.
EC —Son dilemas sobre los cuales ustedes ya han reflexionado antes, van con todo eso discutido y pensado.
DR —Sí. Igualmente nadie se pensaba encontrar en esta situación. Óscar Camps, que hace 30 años que trabaja en esto y que ha sido coordinador de la Cruz Roja en Cataluña, nos dijo: “Nunca viví algo así ni nunca pensé que lo fuera a vivir. Nunca. Esto es un caso especial y nos tocó a nosotros, pero nunca nos va a volver a pasar”. Porque es muy… muy [irreal] lo que pasó.
EC —¿Ustedes tienen contacto después con los migrantes a los que salvan, una vez que ya los dejaron en la costa?
DR —No, una vez que los dejamos en la costa los cruzamos, te agradecen. Pedir contacto y seguir en contacto no. Sí nos pasaron casos específicos que te paran en el puerto y te dicen “tú me sacaste del agua, gracias”. O el caso de un señor que pesaba 200 kg y Nicolás Migueiz, mi compañero, trató de sacarlo dos veces, pero a una persona de 200 kg no la podés subir a la moto, porque te la da vuelta, no se puede, es mucho peso muerto. Lo terminaron sacando los pesqueros turcos con una grúa de pesca. Imagínate. Le ataron un brazo y hala, para arriba. Nos lo cruzamos en el puerto de Molyvos, ahí nos paró y le dijo a Nicolás: “Yo sé que intentaste dos veces sacarme del agua y no pudiste”. Nos pusimos a llorar todos, porque es mucha reacción emocional. Por suerte nos apoyamos mucho con los compañeros, pero es muy duro todo.
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EC —¿Cuáles son tus planes? ¿Vas a volver a Lesbos? Ahora estás en Barcelona.
DR —Sí, mi idea es volver. Es que, como dijo Óscar, nunca te vas después que vivís estas cosas, el confort no te hace nada. Es más, estás pensando por qué me toca esto a mí, cuando hay tanta gente que la pasa mal. Estoy pensando, sí, en cuanto pueda voy a volver. Acá hay muchos compañeros que merecen la oportunidad de estar allí, hay mucha gente que vale y necesita la oportunidad de estar ahí y cumplir su responsabilidad de voluntariado.
EC —¿Tu familia, tu novia no ponen objeciones?
DR —Mi novia un poco, pero sabe que es por un muy buen fin. Aparte ella es muy voluntaria también, así que está de acuerdo. No le gusta, porque es en la temporada de verano, nos vemos poco, porque es en otro pueblo, y tal y cual… pero mientras sea por un buen fin todo es hablable.
EC —¿Y qué sabes de la ONG, de Proactiva Open Arms? ¿Cuáles son los próximos pasos?
DR —Ahora lo que sé es que ayer fueron Uriol y Esmoris, que son dos coordinadores, para Quíos. Están evaluando la situación y es muy posible que se establezca una base en Quíos, por donde también entran miles de refugiados por día y no hay este servicio que nosotros brindamos en Lesbos. Incluso los guardacostas nos están pidiendo que vayamos para ahí, por la situación que hay.
EC —Felicitaciones… y suerte en las próximas estadías en Lesbos.
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Transcripción: María Lila Ltaif