EC —Estamos conversando esta mañana En Perspectiva con Jordi Torres, director regional para América Latina de Airbnb. El nombre suena complicado, cuesta quizá traducirlo en letras. ¿De dónde viene esta serie de letras: Airbnb?
JT —En 2008 los fundadores Brian [Chesky], Joe [Gebbia] y Nathan [Blecharczyk] crearon Airbnb como respuesta a una necesidad. Vivian en San Francisco con un monto de renta bastante significativo, porque es una ciudad relativamente cara. Recibieron una notificación del casero de que les subía la renta y no podían pagarla por su situación económica en ese momento. Entonces decidieron abrir las puertas de su casa con unas camas inflables viendo que había una conferencia de diseño en la ciudad que tenía a los hoteles a máxima ocupación. Montaron una pequeña página web y ofrecieron cama inflable y desayuno, Air bed and breakfast, y eso evolucionó a un nombre más corto. Es anecdótico, pero arranca desde la historia de la creación de la empresa.
EC —Que no es la única en este rubro. Si bien es quizá de la que más se habla, por lo menos en esta zona, tiene sus competidores, incluso locales. Desde la audiencia nos pregunta un oyente: “El sitio Casas en el Este, ¿no es igual? Es local pero en definitiva ofrece el mismo tipo de servicios”.
JT —Sí, entendemos que hay otros operadores que operan el mismo espacio. Al final la posición de valor de Airbnb es conectar a esa comunidad local, generar experiencias de viaje de la mano de un anfitrión y dar esa respuesta profesional con nuestras garantías de seguridad y confianza. Entendemos que no somos los únicos players. Tendemos a tener la sensación de que en la variedad y la amplitud de nuestra oferta está un poco la lealtad de los miembros de nuestra comunidad, que nos da un poco esa ventaja competitiva, pero obviamente es un espacio abierto a más de uno.
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EC —Estamos conociendo En Perspectiva a Airbnb, una de las empresas de lo que algunos llaman economía colaborativa, otros, en términos más amplios, economía de Internet. Las nuevas tendencias de negocios que se han abierto a partir del desarrollo de Internet, sobre todo con la mejor conectividad y la implantación, la cobertura de los teléfonos móviles.
El diálogo es con Jordi Torres, director regional para América Latina de Airbnb, a quien hemos contactado en Miami.
Dice uno de los oyentes que estuvo en octubre y noviembre en Nueva York y se alojó vía Airbnb. Está satisfecho con el servicio, todo fue impecable. “También vi que los principales sponsor de la maratón de Nueva York eran Tata Consultancy y Airbnb. Espero que suceda lo mismo acá con Uber, libre competencia”, etcétera.
Efectivamente, ustedes están teniendo este tipo de presencia como sponsor. Eso da una pauta de la forma en que están penetrando en los mercados, ¿no?
JT —Sí, es una manera de ganar visibilidad en los mercados tanto de origen como de destino. En este caso creemos que, sobre todo, aplica a tipos de eventos que atraen a mucha gente. De la misma manera que fuimos sponsor en la maratón también somos partners de los Juegos Olímpicos, por ese alto volumen de viajeros que se espera y porque creemos que podemos dar una respuesta muy profesional para las ciudades. Este tipo de sponsoreos encaja mucho en el concepto [de Airbnb].
EC —Hablemos justamente de cómo se van insertando ustedes en los mercados, las resistencias que se generan y las adaptaciones que hay que preparar. El presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes de Uruguay, Juan Martínez, dijo que si bien son conscientes de que Airbnb "llegó para quedarse", su "actividad debe estar regulada". Por ejemplo, explicó que uno de los problemas con esta plataforma es que se ofrecen edificios enteros o alojamientos que son verdaderos "hoteles o complejos turísticos encubiertos" que no pagan impuestos y no son supervisados. ¿Qué responde usted a una objeción como esta?
JT —Primero de todo: completamente de acuerdo con que Airbnb está para quedarse y con que apostamos por una revisión de la regulación que nos legitime, no existe la posibilidad a largo plazo de que Airbnb siga operando en un marco regulatorio obsoleto. Como modelo nuevo necesita una revisión del entorno regulatorio para que, de alguna manera, se considere esta nueva forma de entender la acomodación y este tipo de oferta no profesionalizada que trae nuestro tipo de anfitriones.
En el ejemplo concreto que mencionaba, de edificios enteros, obviamente pueden existir agentes, muy pocos en porcentaje, que abusen de la plataforma y que intenten capturar demanda a través de ella sin optar por modelos que se les adapten. Edificios enteros que actúan como hoteles ilegales no están pensados para existir en nuestra plataforma. Hemos arrancado en varias ciudades diálogos con el regulador y con los Gobiernos locales para identificar a estos malos actores, si se me permite, e incluso expulsarlos de la plataforma.
Estamos plenamente en línea con la sugerencia de que este tipo de actores no pueden vivir en nuestra plataforma y que es competencia que no queremos traer al mercado. Estamos en línea de trabajar con los Gobiernos para que así sea.
EC —La Asociación de Hoteles y Restaurantes de Uruguay está organizando un congreso latinoamericano, que tendrá lugar en nuestro país, para discutir qué acciones tomar para competir con servicios como los de Airbnb y además para discutir qué regulación debe haber para este tipo de empresas que operan a través de Internet. Según lo previsto, este congreso se desarrollará el 4 y 5 de abril, reunirá a empresarios, gremiales y ministerios de Turismo de toda América Latina, contará con el apoyo de la Organización Mundial de Turismo, la Asociación Internacional de Hoteles y Restaurantes y, en el caso de nuestro país, el Ministerio de Turismo. Están invitadas las inmobiliarias, el Gobierno e incluso Airbnb. ¿Ustedes, efectivamente, van a participar?
JT —No creo que tengamos confirmada la asistencia en este momento, no me consta.
EC —¿Pero suelen participar de ámbitos como estos?
JT —Creo que cada una de las oportunidades de diálogo se evalúa. No me toca a mí, no soy del equipo encargado de encarar este tipo de conversaciones. En cualquier caso, ya sea en este propio evento, en otros o en conversaciones que vayamos generando, Airbnb ya tiene un diálogo abierto con las autoridades uruguayas para discutir este nuevo marco regulatorio. Obviamente todos los agentes que operen en el sector turístico tendrán una voz en ese diálogo abierto sobre cómo podemos conseguir una regulación que nos legitime.
EC —Pero, ¿qué grado de regulación están acostumbrados a aceptar? Hay países donde se han integrado formalmente, países en los que han optado por no operar…
JT —Tenemos un compromiso desde hace unos meses -que hubo un congreso muy formal, muy visible- que se llama Community Compact. Uno de los compromisos a nuestra comunidad y a los Gobiernos en las ciudades donde operamos, es que tenemos una clara voluntad de entender las necesidades de cada ciudad. Creemos incluso que Airbnb no debería ser regulado por legislación a nivel estatal muchas veces, ya que cada ciudad tiene particularidades muy diferentes por la presión que genera el turismo, los problemas que puedan tener en cuando al precio de la vivienda… Una serie de particularidades que deberían converger a una solución muy a nivel de ciudad.
Esa es la voluntad que tenemos. Estamos dispuestos a pagar impuestos y a tomar las medidas necesarias para brindar transparencia y visibilidad a nuestra operación y para asegurar de alguna manera que el impacto de Airbnb es positivo para la comunidad.
Nosotros creemos en la proposición de un marco regulador para nuestro modelo, creemos en esta dinámica económica que da dinero a las comunidades locales y a las familias de los anfitriones. Entendemos que, como nuevo modelo, tenemos que ser regulados para que otros métodos de acomodación se sientan sanamente amenazados, y lo digo porque creo que la competencia es buena, pero tiene que ser legítima.
Nosotros no nos vemos como competencia de ningún modelo tradicional, creemos que somos complementarios a la oferta existente porque atraemos a viajeros adicionales. En ciudades muy penetradas [por Airbnb], como París o Nueva York, hemos visto que la ocupación hotelera no ha caído en la medida que Airbnb ha crecido. Eso quiere decir que expandimos el tamaño del pastel para esas ciudades.
Este es el diálogo abierto que queremos tener tanto con ciudades como con otros representantes del entorno turístico y de la acomodación.
EC —Pero incluso en ciudades donde ustedes ya están muy consolidados, como Nueva York, todavía hay recelos y zonas grises. Nicolás Batalla usó Airbnb hace pocos meses allí.
NICOLÁS BATALLA (NB) —Sí. Yo fui en octubre, era un recorrido que incluía a varias ciudades, fui a hoteles en la mayoría de ellas pero en Nueva York los precios estaban fuera de mis posibilidades. Ahí conocí Airbnb y terminé alquilando un apartamento.
La contratación del servicio se dio de manera muy sencilla, lo curioso fue que cuando llegamos el anfitrión nos pidió que no fuéramos al apartamento sino que lo esperáramos en la esquina, algo curioso, habíamos llegado de noche… Él nos ayudó a llegar con el equipaje hasta el apartamento y nos pidió que, si nos cruzábamos con algún vecino del edificio, no dijéramos que estábamos alquilándolo sino que éramos amigos de unos amigos. La explicación que nos dio fue que, si se descubría que se había contratado el servicio a través de la página, estaba sujeto a multas importantes, nos habló de miles de dólares.
EC —¿Qué dice usted de una situación como esta?
JT —Hay dos tipos de conversaciones que se tienen que existir. Una es con el propio Gobierno, para normalizar y legitimar a la comunidad Airbnb como tal, y otra a nivel edificio, muchas veces, porque el contrato de arrendamiento de un espacio no te permite subarrendarlo. Obviamente ahí la responsabilidad final recae en el anfitrión, que entiende la legalidad del edificio y de su contrato. Con más de dos millones de casas en más de 34.000 ciudades, muchas veces con normativas que cambian incluso en cada barrio, no tenemos el músculo para interpretar y entenderlas todas. Por eso esa responsabilidad se traslada al anfitrión, que es el último responsable de que la legalidad se cumpla en su totalidad.