Entrevista con el escritor Fernando Butazzoni.
EN PERSPECTIVA
Miércoles 10.02.2016, hora 8.14
EMILIANO COTELO (EC) —La semana pasada el libro Las cenizas del Cóndor, del escritor uruguayo Fernando Butazzoni, quedó nominado para el premio Vargas Llosa de Novela junto a otros 10 trabajos de narradores de España y América Latina.
Es una gran noticia. Pero, curiosamente, no la única buena noticia que recibió Butazzoni en estos días: a comienzos de mes se confirmó que Las cenizas del Cóndor había ganado el Premio Internacional Honorífico José María Arguedas, que entrega cada año Casa de las Américas, en Cuba, a “los libros más relevantes de América Latina y el Caribe”.
Estas dos distinciones, que se suman a otras anteriores, por ejemplo el Premio Bartolomé Hidalgo, otorgado en 2014 por la Cámara Uruguaya del Libro, nos dan hoy una buena oportunidad para conversar con Fernando Butazzoni sobre esta creación suya tan original que, además, dentro de poco tiempo será llevada al cine.
¿Cómo definirla? ¿Un reportaje periodístico o una novela de espionaje? ¿Cómo hizo para combinar una trama entretenida y estremecedora con un retrato minucioso de la coordinación represiva que unió a las dictaduras del Cono Sur en los años 70?
De esos y otros temas vamos a conversar con Fernando, a quien habitualmente escuchamos en La Mesa de En Perspectiva, en particular los jueves.
¿Cómo recibiste estas noticias?
FERNANDO BUTAZZONI (FB) —Con sorpresa. Me llegaron de la manera más administrativa que se pueda imaginar. El premio que otorga Casa de las Américas tiene la característica de que no es un concurso, no es una postulación, simplemente es una evaluación que hace la propia institución de los libros publicados en el bienio anterior y toma una decisión.
EC —Tú no te presentaste.
FB —No, para nada. Es más, creo que no hay mecanismo de presentación. Me llegó un correo electrónico en el cual me decían: “Felicitaciones, ganó el premio tal”. Que es un premio muy importante, para mí, porque tiene ya como 15 años de existencia y lo han ganado escritores muy admirados por mí, muy importantes. Entonces eso, sumado a que es un premio internacional en el cual se consideran un montón de libros de todo el ámbito latinoamericano, me resultó una gran noticia, me pareció una distinción enorme.
EC —¿Y el Premio Vargas Llosa de Novela? ¿Ahí sí el libro había sido postulado?
FB —El libro había sido propuesto. Pero también es un mecanismo bastante sui géneris, porque las instituciones que organizan el premio se quedan con el derecho de nominar libros que no se hayan presentado, previa consulta con los autores. Entonces se evalúan muchísimos libros. De hecho, el secretario de la Real Academia Española, que fue quien presentó estas candidaturas, contó que hacía nueve meses que estaban evaluando libros, muchos de ellos presentados –250 y pico– y otros muchos que los autores no habían presentado por distintas consideraciones –que nadie conoce–, pero que merecían concursar, estar allí, ser considerados para el premio, y habían sido tenidos en cuenta. Entonces también, el solo hecho de estar en esa short list…
EC —Una lista de 11.
FB —… ya para mí es un honor muy importante. Además es un premio nuevo, que va por su segunda edición, que pretende reunir la producción novelística latinoamericana y española. Entonces también es una nominación que me resultó muy halagadora.
EC —Vamos a ubicarnos en el libro, que ya tiene dos años. ¿Qué te propusiste con Las cenizas del Cóndor?
FB —Me fui proponiendo cosas distintas a medida que el tiempo pasaba. Primero relatar una historia muy personal mía que era una investigación en la que había llegado a descubrir determinadas cosas. Pero después me di cuenta de que esa investigación o los hechos que yo había descubierto no tenían mucho sentido si no se contextualizaban adecuadamente. Entonces me puse a investigar y a estudiar y descubrí que hay mucha literatura sobre la represión en los años 70 en el Cono Sur, mucha literatura sobre la guerra fría en esos años, pero que era muy fragmentada y muy sectorizada.
Por ejemplo, hay muchos libros sobre la dictadura argentina y el Plan Cóndor; hay muchos libros sobre el golpe de Estado de Pinochet y la represión posterior, el proceso político de Pinochet; hay muchos libros sobre la injerencia soviética en América Latina en los años 60 y 70, pero eran libros muy puntuales, muy focalizados y no mostraban lo que a mí me pareció detectar y después confirmé plenamente: que todos bailaban el mismo tango. Había una estructura y una especie de encaje entre todas esas historias que se expresaban en muchas historias particulares. Una de ellas era la que yo conocía, pero después descubrí varias otras, que no están en el libro, que no hacen más que confirmar eso, que había una especie de efecto mariposa en esa época, un episodio puntual era el resultado de cosas que habían ocurrido antes en Europa o en EEUU, en lugares insospechados.
EC —Esta historia en particular transcurre en tres países, se mueve entre Chile, Argentina y Uruguay, pero tiene después esos otros ribetes o componentes que vienen de bastante más lejos.
FB —Por ejemplo, de Venezuela, de EEUU, de la Alemania del este, de la Unión Soviética de aquella época.
EC —El origen del libro está en una visita que recibiste en Radio Sarandí en el invierno del año 2000, cuando conducías el programa de la mañana junto con Alfonso Lessa y Daina Rodríguez.
FB —Exactamente, En vivo y en directo.
EC —Un joven que sospechaba que era hijo de desaparecidos y que se decide a averiguar su historia, a partir del suicidio de su padre adoptivo, un capitán del Ejército retirado que se había matado 10 años antes. Este joven, que primero se presenta como Ricardo y después resulta que en realidad se llamaba Juan Carlos, les entrega un cassette que ese militar había grabado justo antes del suicidio y que él había encontrado junto a una esquela que decía solamente “perdón”. Allí tenías por delante dos tareas mezcladas: la investigación periodística y la ayuda a esa persona que quería conocer su origen. ¿Cómo manejaste la situación?
FB —En realidad eran más de dos, porque lo primero que yo tuve, lo confieso, fueron sospechas. Todo nace a partir de una mesa redonda que hicimos con Alfonso en Radio Sarandí en el año 2000 en la cual sentamos a algunos de los protagonistas más relevantes de lo que había pasado durante la dictadura. Estaban Gerardo Bleier, que era hijo de un desaparecido; estaba el senador Heber, cuya madre fue asesinada; estaba Pepe Mujica, que en ese momento era diputado o senador, que había estado 13 años preso; estaba el general García, que había tenido un papel muy relevante durante el Gobierno de Lacalle. Ese programa, que duró una hora y media, casi dos horas, generó una enorme cantidad de repiques de la audiencia, porque en esos momentos estaba empezando a armarse la Comisión para la Paz.
EC —Estábamos en el comienzo del Gobierno del doctor Jorge Batlle.
FB —Exacto. Y entre las muchas llamadas que aparecen, aparece esta. De alguna manera el trabajo en la radio y la difusión del pensamiento de los que allí estaban generaron que este muchacho se animara, muy tímidamente al principio, a arrimarse a ver si sus sospechas podían ser confirmadas. Pero eso me generó la sospecha de que eso fuera una operación de inteligencia para desprestigiar a la radio, desprestigiarme a mí, desprestigiar el programa, en fin. Para qué, no lo sabía bien. Eso me llevó a tener una relación medio dual con él durante algunas semanas, de no saber bien quién era.
EC —Aquel trabajo –tú lo decís en algún momento– desbordaba tus posibilidades.
FB —Totalmente. Aquel trabajo desbordaría las posibilidades de cualquiera, no había ninguna chance de contratar una agencia de investigación ni tampoco de arrimarse a alguna institución que ayudara porque cada uno tenía su propia agenda. De todas maneras hubo una iniciativa de él, que yo respeté y que logré cumplimentar, que fue entrevistarse y darle al material al arzobispo de Montevideo, de manera tal que hicimos las gestiones correspondientes y fuimos a ver a monseñor Cotugno.
EC —En el libro contás que mientras tenías ese asunto entre manos la dirección de la radio resolvió el levantamiento del programa y queda sugerido allí que una cosa estuvo relacionada con la otra… ¿Qué pasó?
FB —No lo sé, nunca pude probarlo de ninguna manera, es una sospecha que me queda. Tampoco puedo preguntarle a nadie porque no tengo ninguna certeza de que aquellos a los que les podría preguntar dirían la verdad.