Debate sobre el nuevo proyecto para el hotel San Rafael de Punta del Este, entre los arquitectos Conrado Pintos, exprofesor de Proyectos y hoy profesor emérito de la Facultad de Arquitectura de Udelar, y Roberto Chiacchio, director general de Planeamiento de la Intendencia de Maldonado.
EN PERSPECTIVA
Martes 05.06.2018, hora 8.22
EMILIANO COTELO (EC) —El proyecto del Grupo Cipriani para el Hotel San Rafael de Punta del Este, que se conoció la semana pasada, se convirtió de inmediato en el centro de una muy fuerte polémica que recorre los medios de comunicación y las redes sociales.
El empresario italiano Giuseppe Cipriani, dedicado a la gastronomía y la hotelería, y el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly concurrieron el miércoles 30 a la Junta Departamental de Maldonado, donde presentaron su propuesta, incluyendo la maqueta, y respondieron algunas preguntas formuladas por los ediles.
Según explicaron en esa ocasión, el proyecto empieza por la restauración y ampliación del hotel, que hace años se encuentra abandonado y que pasa a tener 150 habitaciones y 120 apartamentos con servicio de hotel. A ello se agregan tres torres destinadas a vivienda con 150 residencias y 50 residencias especiales, y un gran complejo de construcciones que incluye instalaciones de spa y tratamientos de salud, seis restaurantes, una escuela de gastronomía y hotelería, un casino privado, un teatro para 900 espectadores, un centro de convenciones y exhibiciones, una galería comercial, un estacionamiento para 2.000 vehículos y un centro de investigaciones oceanográficas.
Viñoly informó que la obra implica una inversión de US$ 400 millones, dijo que el objetivo es que esté terminada en el año 2024 y estimó que a partir de ese momento daría trabajo de manera directa y permanente a 1.000 personas.
Así resumido, el emprendimiento solo merecería aplausos. Pero resulta que el paquete contiene algunos elementos especialmente disruptivos, al punto de que el propio Viñoly admitió ante los ediles que su idea requiere “un tiempo importante de digestión”.
En particular, llaman la atención las tres torres residenciales. Porque cambiarían radicalmente esa zona de la parada 11 de la playa Brava de Punta del Este. Una de ellas tendría 20 pisos, la segunda 27 pisos… ¡y la tercera 67 pisos! Esta última, que albergaría las residencias de alta gama y en la cumbre un mirador panorámico abierto al público, alcanzaría los 300 metros de altura y pasaría a ser la más elevada de la región.
Pero ese no es el único elemento controvertido del planteo de Cipriani y Viñoly. Además se prevé un puente techado que conectaría el hotel con la playa, pasando por arriba de la rambla y llegando a un módulo que, además de servicios para los veraneantes y salas de reuniones, tendría en la parte superior, sobre la arena, el centro de investigaciones oceanográficas mencionado.
¿Qué argumentos se manejan en la Intendencia fernandina a favor de este emprendimiento? ¿Por qué lo rechazan varios especialistas de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República?
Vamos a dar paso a ese debate.
Nos acompañan a distancia el arquitecto Roberto Chiacchio, director general de Planeamiento de la Intendencia de Maldonado, y en el estudio el arquitecto Conrado Pintos, exprofesor de Proyectos y hoy profesor emérito de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República.
Arquitecto Chiacchio, ¿usted ya tiene una posición favorable a este proyecto?
ROBERTO CHIACCHIO (RC) —No, no tengo una posición formada, y sería irresponsable tenerla porque el proyecto fue presentado en la Junta Departamental el 30 e ingresó a la Intendencia el viernes, con lo que en la Intendencia recién está comenzando a conocerse, a analizarse. Además la directora general de Urbanismo, que es la dirección a la que le corresponde encarar el análisis del proyecto en la primera etapa, está de viaje y regresa esta semana. Por lo tanto la Intendencia aún no ha analizado el proyecto; lo hemos visto, lo hemos mirado con atención, pero no con el análisis necesario.
EC —¿Y usted en lo personal hacia qué postura se inclina?
RC —En lo personal trataría de inclinarme hacia una postura de análisis. No es un proyecto cualquiera, es un proyecto demasiado importante desde muchos puntos de vista: por su volumen, por su inversión –la actual y la futura–, por la escala de público al que apunta o el turismo que eventualmente podría traer a Punta del Este, que es un turismo que hoy no existe. Ellos apuntan no a pescar dentro del mismo balde donde están pescando los hoteleros y los gastrónomos, el público que hoy nos visita, sino que apuntan a un público que existe pero que no visita Punta del Este, o si la visita no utiliza los servicios hoteleros o gastronómicos que conocemos todos y que hoy están a disposición.
