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Horacio Terra Gallinal (1922-2016)
Excelente agrónomo, excelente político y un Señor con mayúscula

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Por Carlos Amonte ///

En el año 1979 un grupo de estudiantes de Facultad de Agronomía resolvimos empezar a reunirnos. Ya se hablaba de un posible referéndum constitucional y había que prepararse. Éramos blancos y wilsonistas. Era el comienzo de las Coordinadoras del Partido Nacional, que luego derivaron en la CGU.

Ya en la primer encuentro decidimos buscar un “referente” que debía tener dos condiciones: agrónomo exitoso y wilsonista. Así surgió el nombre de Horacio Terra Gallinal.

Yo no lo conocía. Cuando abrí la puerta para recibirlo y lo vi parado en la puerta, con impecable traje con chaleco, gabardina y sombrero, no se correspondía con la imagen de agrónomo que manejaba hasta ese momento. Ahí comprobé lo que era Horacio. No era solo un excelente agrónomo y un excelente político: era más que nada un Señor, así, con mayúsculas.

Horacio fue técnico de Cadyl, la coopertiva agropecuaria de Young. Venir de ese sector de la agropecuaria le daba credenciales para pensar el agro del futuro, desde el cooperativismo. El nos fue impregnando del pensamiento cooperativo, de esa pasión que sentía.

Por eso, unos años después hicimos en el Seminario unos talleres paralelos a los cursos de economía agraria de la facultad, donde se dio el sistema cooperativo. Desde las cooperativas de tercer grado, hasta qué aporte podía hacer el sistema a cada subsector de la agropecuaria. Era el modelo de agopecuaria que queríamos desarrollar y para eso teníamos que formar gente; ese era el pensamiento de Horacio. Él dio el curso del sistema cooperartivo en los granos, Rafael Rubio en la lana, José Miguel Otegui en la carne, Juan Morelli en la hortifruticultura, Carriquiri en la leche y Álvaro Ramos sobre las coopertivas de tercer grado.

De aquel gran grupo de técnicos salió la primera comisión de agropecuaria del Partido Nacional, que con Tato Urioste hicimos la secretaría. Y siempre Horacio era el promotor, el entusiasta. Quería tener todos los datos del ministerio, todas las estadísticas, todas las producciones, todos los diagnósticos, y no era fácil obtenerlos en la época de la dictadura. Nos valíamos de nuestra condición de estudiantes de agronomía para conseguirlos. Cada dato que sacábamos, Horacio lo festejaba.

Una vez Horacio vino con la corrección que Wilson había hecho del programa de agropecuaria del Partido Nacional y con entusiasmo me dijo: “Mira lo que agregó Wilson: ‘La tierra para el que la trabaja’”.

En 1982, en las campaña de las elecciones internas, yo estaba estudiando en Paysandú. Me pidieron un nombre para que fuera el orador del acto final en esa ciudad. No dude en llamarlo a Horacio, y el no dudó en aceptar. Lamentablemente no pudo ir, porque dos noches antes, en el acto de 21 y Ellauri, había terminado preso. Esa era otra característica de Horacio: vivía preso, simplemente por ser wilsonista.

Hay un cuento de agrónomos de Julián Murguía (ingeniero agrónomo, periodista, escritor, político) que dice que salieron de gira en el Land Rover del Plan Agropecuario para mostrar las sembradoras Grass Land. Después de varios días de gira estaban en condiciones deplorables: cansados, sucios, engrasados, embarrados. Al llegar al predio, la rutina era siempre la misma: bajarse, sacar el aparejo, colgar la sembradora, desengacharla del Land Rover, engancharla al tractor. Aquella vez, cuando terminan, se acerca un productor y le pregunta a ellos, técnicos del plan: Oiga Don, ¿no sabe cuándo viene el agrónomo?

Con la imagen de Horacio en la puerta, de impecable traje, gabardina y sombrero, puedo hacer la misma pregunta.

Señor Horacio Terra, gracias por todo lo que nos diste. Te vamos a extrañar.

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Sobre el autor
Carlos Amonte es ingeniero agrónomo, edil del Partido Nacional por San José, presidente de la Comisión Hogares Estudiantiles de San José en Montevideo y presidente del Movimiento Huertas Familiares del Gobierno Departamental de San José.

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